jueves, 14 de marzo de 2013

Guardianes interplanetarios - Raquel Sequeiro



—¿Lo has pensado bien?
—¿Pensar qué? —dijo.
—Ser un peatón verde. Uno de los nuevos. Como aquel de allí —señaló al otro lado de la carretera, hacia la otra acera blanca, lisa y susurrante—. Aquel es un phlauto; siguen todas las normas del código de circulación canónico.
Al pequeño Wlist se le llenó de líquido la pleura, por la ansiedad. Se vio reflejado en uno de los múltiples espejos de los enormes edificios alineados, extravagantemente planos, monocordes y rectangularmente altos. Echaba de menos la cuadra de Magenta, su yegua, y la vasta estepa, en el otro planeta. Se desencadenó la vibración de siempre: ese choque de placas tan extraño.
—Regresamos en segundos y visualizamos el plano de este.
Wlist se quedó confuso; no se movía ni un corcho.


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