lunes, 30 de julio de 2012

Primer encuentro - Leonardo Dolengiewich



Tal como acordamos, nos encontramos en la esquina de Sargento Cabral y Alfonsina Storni. Yo tengo mis motivos para hacerlo, ella tendrá los suyos. Casi no dudamos en reconocernos; es la primera vez que nos vemos cara a cara. Yo la identifico por la flor roja sobre la oreja derecha, la misma que usa en todas las fotos que ha subido a su Facebook. Nos damos un beso y le pregunto si está lista. Ella cierra los ojos a modo de afirmación. El semáforo da verde. Nos arrojamos juntos, tomados de la mano, bajo el primer colectivo que pasa.

 Acerca del autor: Leo Dolengiewich

domingo, 29 de julio de 2012

Reincidente - David Moreno



Sólo contempla una solución: deshacerse del maldito perro sin que su mujer y los niños se enteren. Por la noche. Debe hacerlo por la noche. Como pueda lo introducirá en el maletero, quizá le engañará con las galletitas que tanto le gustan; luego conducirá hasta algún sitio, abrirá la portezuela, sin parar el motor le empujará y volverá a casa sin mirar por el retrovisor ni un segundo. Lo hará igual que hizo unos meses atrás con el abuelo.


Acerca del autor:

Infidelidades - Serafín Gimeno


De la mano de Gustave Flaubert acabé atada a un matrimonio de conveniencia, casada con un aburrido médico de provincias. Opté por la rebeldía dándome al derroche, a la coquetería y al engaño. No tarde en pagar mis cuitas, mis pecados de amantes y mis despilfarros por medio de la ingesta de un matarratas. Según me dijeron, un tal Tolstoi le hizo lo mismo a una tal Ana Karenina. Solo que, en lugar de una lenta agonía provista de fiebres, vómitos e inútiles lavados de estómago, la piedad del tal Tolstoi le llevó a ejecutar a la tal Ana de forma rápida e indolora. Le seccionó la cabeza del tronco con ayuda de los raíles de un tren y de un tren mismo. Y es que la moral burguesa no concibe la infidelidad sin castigo.

Acerca del autor:
Serafín Gimeno

Homozaru - Claudia Sánchez



Nadie se atrevió a contar la verdad: éramos cuatro. Yo era el único que podía ver, escuchar y hablar. Por eso nadie habló de mi sacrificio por mis hermanos. No importa. Ya he visto, oído y dicho todo lo que debía. Ya he juzgado toda la bondad y toda la maldad sobre esta tierra.
Esta es la hora de mi revelación. Heme aquí, yo soy. Homozaru, el principio y el fin de todas las cosas.

Tomado de: http://sanchezclaudiabe.blogspot.com/

Sobre la autora: Claudia Sánchez

La carta - Sergio Astorga


Cuando el silencio ya no le decía nada y la espera envolvía su patio mental, llegó la carta. Le picoteaba la avidez de tener esperanza; otra o la misma, le daba igual. Abrió el sobre rojo y leyó rápido; antes que pudiera decir palabra cerró los ojos. Era la época de los limoneros cuando desesperados, los limones crecían verdes y redondos.
Estuvo un tiempo endurecido frente a la hoja de papel, extraviado en oquedades. "Nadie anda buscando tristezas" se dijo.
Engarrotado, escurriendo por su cara las gotas frías del resudor, dobló la carta y la metió en el sobre.
Pasaron dos días ahora picoteado por la indecisión.
"Nadie anda buscando tristezas" insistía.
Fue entonces que el silencio empezó de nuevo a tener sentido.

Tomado del blog Antojos

Acerca del autor: Sergio Astorga

Gustavo - Fernando Andrés Puga



Cansado de dormir, se desperezará. Tomará la guitarra que lo espera al borde de la cama y con los dedos la hará volar otra vez a las estrellas. La música ligera de su canción animal provocará un gran temblor en la ciudad de la furia. Se agitará la persiana americana cuando el monitor del cardiógrafo vuelva a mostrar signos de vida.
Cae el sol, pero no la esperanza de que escapes de tu neblinosa zona de promesas. Dale, Gustavo; basta de pulsar. No amo dejarte así. Quiero llevarte para que me lleves a tu locura de amor amarillo.

Fernando Andrés Puga

Imagen de Leo250

Pucherazo - Serafín Gimeno



En cierta ocasión, la biología se reunió en sesión urgente. La crisis de la extinción se cebaba entre sus filas. ¿La causa?, el ser humano, ¿cuál si no? Los organismos vivos convocaron un referendum acerca de la conveniencia o no de nuestra erradicación. Una mayoría de plantas y animales estaba a favor de la eliminación de todos los seres humanos, mientras que un reducido número de especímenes, pertenecientes a una escasa zoología urbana, mostraba una postura en contra. Ratas, cucarachas, palomos cojos... Siendo así, se preguntarán el por qué de nuestra continuidad como especie, ¿cuál es la causa de que sigamos aquí? Porque las ratas, señores, tienen el poder y la voluntad de comprar votos a mansalva. 

Acerca del autor:

viernes, 27 de julio de 2012

Piel áspera - Amílcar Amaya López


Entre distorsiones alcohólicas, láser verde y música para encuerarse, el hombre abrió su cartera y sacó dos billetes de obscena denominación. Cuando el mesero recogió las botellas vacías de cerveza del gabinete privado que ocupaba, alzó el dinero y pidió que le mandaran dos chicas. Estaba aislado del resto del tugurio únicamente por unas horrendas cortinas blancas. Aparecieron dos carnientas mujeres que al poco tiempo lo besaban en la boca y manoseaban su entrepierna. Participando al fin en su fiesta privada, el sujeto lamió la sudorosa piel de una de las desnudistas; sintió cómo bajo la lujuriosa acción de sus papilas gustativas esa epidermis se desprendía con un sonido húmedo y desgarrante, revelando la capa inferior de escamas verduzcas, grandes y opacas. No vivió para disfrutar la súbita sobriedad provocada por el miedo. Una víctima más del ataque de las strippers cocodrilo.


Acerca del autor:
Amílcar Amaya López

miércoles, 25 de julio de 2012

Nombrar - Teresa Gerez


Por una extraña razón todos o casi todos los objetos nombrados en sus poemas o cuentos sufrían algún incidente. Por ejemplo, si decía "las agujas del reloj de la cocina" en un lapso corto de tiempo, ese reloj de vidrio-plástico que se había mantendido invicto en trece mudanzas, durante dieciséis años, se hacía trizas inexplicablemente... ése y no otro.

Por eso cuidaba sus palabras. Porque al nombrar los objetos, éstos cobraban vida propia... pero para autodestruirse.


Acerca de la autora:
Teresa Gerez

La felicidad es siempre de las otras – Diana Sánchez



Sucedió en Guadalajara.
En la jocunda vagina de la mujer-mudejar, el perdulario infante retozó amplio y feliz.
Tan ajeno a las recomendaciones de su santa madre hallábase que deleitándose con tanto gozo, se hizo la noche y no encontró la salida. Ella, tampoco se la indicó.
La mujer-mudejar vive ahora en Cuernavaca, luego de intentar Guanajuato. Se mudó con su jocunda vagina y el habitante interior.
Se deleita paseando entre albercas y madrigales, orgullosa, rosada. Y pudenda.
Hace caso omiso (la mujer) de las críticas despiadadas, de los cuchicheos envidiosos de Teodosia, Rodobalda y Endora, anoréxicas y de poco donaire. Solteras, ellas. Vírgenes, ellas.
Pasó el tiempo. La mujer ya entrada en años (y en carnes) continúa paseándose con su habitante interior por la hermosa Cuernavaca.
Las hermanas (ancianas, ahora) siguen acusando a la infinitesimal mujer-mudejar de insaciable, mientras ruegan morir en Irapuato.


Acerca de la autora:
Diana Sánchez

lunes, 23 de julio de 2012

Al amigo desconocido - David Vivancos Allepuz



La que siempre lucía antes de que los bombardeos acabasen con él, concluyó Criado. Y yo quise decir que sí, que tenía razón, en cuanto podía hacía ostentación de aquella pitillera, regalo del subsecretario de Gobernación, que tantas veces nos había mostrado cuando quería presumir de contactos en el ministerio. Cierto, Criado, cuánto alardeaba de su insignia del sindicato, siendo peligroso como era, se me adelantó Illescas. Illescas, Criado se refería a que lucía mucha pluma, rió alguien. Pues yo pensaba que hablabais de su dentadura postiza, la había mandado hacer en Suiza, apuntó Gorostiza, algo corrido. Nos miramos incómodos. Pedí otro café más que nada para romper ese silencio tan embarazoso.


La vida de una bota - Federico Spoliansky




La vida de una bota es dar pasos, el paso es la respiración de la bota, la respiración que le da vida. El mundo de la bota es una piedrita, un chicle, un boleto, en el caminar aparece la vida debajo de las suelas. Pisé, fuerte pisé el paso que doy, en el paso que di maté; cuando mata la bota respira.

Acerca del autor:
Federico Spoliansky

Jaque mate – Xavier Blanco



Apuró el vaso, respiró hondo y, disimulando su mirada belicosa, movió la torre. “Ahora tú”, indicó ella. No se atrevió a mirarla a los ojos. Atenazado por el recuerdo amargo del fracaso, se rascó la pierna mientras el sudor patinaba por su rostro. Observó incrédulo la disposición de las piezas en el tablero: no podía entender tan magno desacierto. Era su turno, el instante tantas veces soñado. Sus dedos temblorosos desplazaron el alfil y, astillando el silencio, musitó las dos palabras mágicas. Ella alzó su cuerpo de forma impulsiva. La sombra de su enorme anatomía, reflejada por la luz blanquecina de las bombillas, eclipsaba el cuerpo diminuto del hombre. Éste, cabizbajo, empezó a rebuscar entre los bolsillos del pantalón. Moby-Dick estalló en sollozos. El Capitán Ahab, acariciándole el rostro, le ofreció caramelos.

© Xavier Blanco 2012

Tomado del blog Caleidoscopio

sábado, 21 de julio de 2012

Tres sentidos - Rubén Pesquera Roa



Todas las mañanas arrastran su silla de ruedas hasta la terraza frente a la playa y sueltan a Caracola, su vieja yegua, para que lo acompañe jugando con el mar a que nomás moja en él sus cascos, la cola a veces. Y oye todo, los esplashes del animal —sus bufidos y relinchos—, los gorjeos de tanto pájaro enjaulado, las imprecaciones que graznan las gaviotas unas contra otras, los arrúos de sus propias tripas, los gañidos de una perra pariendo bajo el muelle de tablas podridas, la espuma en la cresta de las olas. Lo oye todo pero no escucha nada, esta muerto de la cintura para abajo y del corazón al espíritu... y su cuerpo guarda silencio.


Acerca del autor:
Rubén Pesquera Roa

Éxodo querandí – Luciano Doti


Perseguidos por unos blancos, los indios se llevaron los arcos para cazar algunos patos o cualquier otro pájaro que volara como los de la isla del Delta. Esos hombres traidores parecían poseídos por un espíritu maligno. Corrieron cual zorrinos, junto a sus padres y sus madres, hacia el sur, a la tierra de los cerros. Y ahí, convencidos de que Dios gobernaba sobre todo lo existente, aun sobre los cuerpos celestes, pensaban: “la Luna los hará arrepentir”.

Sobre el autor:
Luciano Doti

jueves, 19 de julio de 2012

El sofá - Luisa Hurtado González



Cuando entró en la casa, sus ojos se posaron en él. Durante meses había sido el primer sitio al que miraba intentando saber cómo estaba su mujer antes incluso de que ella lo descubriera en la puerta, mirándola, y le mintiese. Ahora que ella no estaba, no sabía si odiar aquel mueble o agradecerle los servicios prestados. Por su culpa la mujer había abandonado la cama dejándolo solo; pero, gracias a él, aún estando gravemente enferma, ella había seguido estando en el centro de la casa y de la vida. Ahora estaban solos, frente a frente, aquel mueble y él. El sofá con el olor de su mujer y la forma de su cuerpo aún impresa; él, lleno de imborrables recuerdos. Se sentó y tuvo que darle la razón a ella. Sí, el dolor se apaciguaba cuando uno se sentaba en aquel mueble.

Tomado del blog Microrrelatos al por mayor
Sobre la autora: Luisa Hurtado González

Resucitando – Sergio Gaut vel Hartman



—¿Otra vez borracho? ¡Maldito seas!
—¡Es sábado!
—¡No es excusa! ¿Qué dijo el Maestro?
—No me acuerdo.
—¡Animal! Te encarga una tarea de gran responsabilidad y la olvidaste por completo.
—¿Qué era? Ese vino sirio...
—Tenías que ir de madrugada a la tumba que nos cedió José, esperar que el Maestro dijera: “¡Lázaro, levántate y camina!” Y salir envuelto en las vendas, oliendo a muerto.
—Pero ¡yo no soy Lázaro!
—Ya te lo explicamos, imbécil: nadie se dará cuenta. Cuando vean salir al muerto del sepulcro correrán como si hubieran sido sorprendidos robando en la casa del prefecto. Luego podrás ir a emborracharte de nuevo.
—¿Cuánto me pagarán?
—Quince monedas de plata.
—Es poco. Quiero treinta.
—Veinte.
—Veinticinco.
—De acuerdo. Veinticinco. ¡Rápido que pronto amanecerá!
—Tranquilo. Los romanos estaban más borrachos que yo.



Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

martes, 17 de julio de 2012

Del cuervo vienés – Héctor Ranea


Revolvió su gin con pomelo con la pluma piloto de su gran amigo, el cuervo de la Iglesia de Juan de Nepomuk. Era el último adiós al pobre, que había dejado sus pulmones tratando de volar siguiendo una bandada de grajos que llevaron embelesada a su compañera. Al girar, la pluma lanzó unos alcaloides con los que traficaba el ave, y con eso recordó cuando se fue a volar desde lo alto de la gran rueda de Viena. Recuerda que ella tampoco lo logró esa vez. ¿Para qué beber ese alcaloide de cuervo, entonces? ¿Para recordar el dolor o para evitarlo para siempre? Miró la pluma y se dijo: never more. Y saltó. La copa lo recibió temblando; en la pluma se dibujó una tristeza repentina pero con la última onda se recompuso para esperar al próximo suicida.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

Vox populi - David Moreno




Todo el mundo sabía que era una mujer bala.
Todo el mundo sabía también que los moratones que asomaban por su cuello y los que ocultaba tras unas gafas de sol, no se debían a restos de maquillaje.
Pero todo el mundo callaba ante lo que sabía.

Tomado de No Comments

Sobre el autor:  David Moreno

A winter storm - Alejandro Bentivoglio



Caigo del suspiro de un sueño. Caigo de párpados que retroceden al saberse invierno. Y las palabras que se guardan dentro se desvanecen. ¿Cuántos pasos se pueden dar hasta recordarse que todo se ha olvidado?

Las huellas de los sonámbulos se pierden también al llegar el día. La luz descubre lágrimas que estuvieron esperando. La noche abraza, sí, pero también guarda dientes que esperan.

Tomado del blog: Memorias del Dakota

Alejandro Bentivoglio

domingo, 15 de julio de 2012

Papá se fue (2.0) - Daniel Frini


Papá desapareció cuando yo tenía seis años. Él era mago. 
Mamá dice que era extraordinario. Que la gente lo aplaudía a rabiar y que a sus trucos los envidiaba el mismísimo Fu Man Chu. 
Mamá cuenta que aquel día, en el living de casa, hizo su último acto. Miró a mamá que estaba en la cocina, como si se tratara de la audiencia; con un ademán rápido de sus manos se cubrió con su capote y con su voz profunda, como de ultratumba, dijo sus palabras mágicas: «Voy a comprar cigarrillos». Nunca más lo vimos.

Acerca del autor: Daniel Frini

Ventana - Carlos Barbarito



Mira por la ventana y sólo ve oscuridad. Piensa que más allá de ella hay gusanos que barrenan la madera y bestias que hunden en el suelo sus afiladas pezuñas. Piensa en gusanos y pezuñas, barrenando y penetrando en la oscuridad, detrás de la ventana. Y así cada noche, desde que recuerda, sin animarse a saltar afuera para confirmar o no lo que desde siempre supuso. Me pregunto cuál verdad le sería más terrible.


El autor: Carlos Barbarito

Batallas en el desierto - Rubén Pesquera Roa



Dudé al llegar al erial. Nomás por unos momentos vi su silueta desnuda en la duna, recortada contra el sol, y cómo sus pechos turgentes temblaban mientras caía. Corrí hacia ella y lancé mi búmeran con la fuerza de diez días siguiéndola sin comer ni dormir, como muerto en vida sólo pensando en ella, y le abrí el cráneo en ese primer intento. ¡Qué manjar!

Acerca del autor:
Rubén Pesquera Roa

Estatua de sal - Fernando Puga



Ya entendí. Si nos quedamos, morimos. Lo que dejamos atrás, no importa. Al fin y al cabo lo esencial va con nosotros y Yahvé proveerá. Será un largo viaje.
Lástima perder esas mañanas, cuando los chicos estaban en la escuela y Lot iba al templo a dar sermones. ¡Cómo nos revolcábamos con mi asistente personal y las chicas de la limpieza, acariciados por el suave sol, relajados en las tibias aguas de la fuente, olvidados de todo...! Ardo de sólo pensar...
Aún han de estar en la puerta de calle, viendo cómo nos alejamos a paso lento con la caravana. Me muero por darles un último adiós.
¡Ma'sí! ¿Qué puede pasar?


Acerca del autor:
Fernando Puga

sábado, 14 de julio de 2012

Anábasis - Héctor Ranea



La historia la registró el general Jenofonte. Los diez mil tardaron tanto en cruzar Anatolia, que pocos de los que partieron llegaron a ver el suelo natal otra vez. Muchos murieron de hambre, otros miles fueron muertos por los ejércitos de los países invadidos. Otros se salvaron quedándose a trabajar la tierra que fueron a conquistar, conquistados a su vez por sus mujeres. En una de las vueltas del camino, encontraron un ciego y su báculo solos en la inmensidad de lo desconocido sin marca. Jenofonte lo reconoció de inmediato y le pidió que recitase alguna historia para la tropa. Borges debió recitar la muerte de los diez mil, ocurrida siglos antes. Fueron las primeras lágrimas de Jenofonte en siglos.


Acerca del autor:
Héctor Ranea

En la ecológica Albión - Olga A. de Linares



El leñador alza el hacha, listo para despanzurrar a la fiera. Un grito lo detiene:
—¡Alto, monstruo criminal y deforestador!
Unos sujetos de verde, con pancartas de Greenpeace, salen de atrás de los árboles y rescatan al lobo, que los mira con ojos húmedos de agradecimiento.
El guardabosque demanda:
—¿Tiene permiso de portación de hacha? ¿No sabe que lobos y zorros son especies protegidas? Mire, tome la multa y lárguese. Y dígale a ese Perrault que deje de mandarnos mocosos subversivos... Aquí en Sherwood, ¡nunca ondeará una caperuza roja!

Acerca de la autora:
Olga Appiani

La conquista del desierto - Saurio



—Aquí tiene, general Roca. Tal como se la prometí, esta es la estrategia que Sayhueque presentó en Schuniqueparia al resto de los caciques.
—Gracias, Patoruzu. La Nación le agradecerá generosamente esta información.

Acerca del autor:
Saurio

viernes, 13 de julio de 2012

Borrando hilos – Héctor Ranea




—Es tan importante borrar, señor Turisgin, como escribir animadamente.
—No me atormente. Mi condena era borrar, no escucharla usted, madame Glise. Le pido respetuosamente que se aparte porque ya he gastado parte del tiempo en extenderlo así lo borro mejor.
—Tiene razón, lo estoy acosando, así borra más despacio y puedo ver sus músculos más tiempo, Turisgin.
—Borrar estos hilos y con esta goma de borrar... le juro que no es lo más sexy que hice en mi vida.
—Siga borrando, pero recuerde: debe leer lo que borra. Estos hilos contienen, también, historias. Tal vez más adelante estén escritas las que le devuelvan la sensibilidad perdida.
Turisgin miró a Glise, miró su borrador, miró los hilos que tenía que borrar. Decidió cumplir su condena y siguió borrando hilos, finos como los de zurcir caracoles y otras pieles desnudas.


Acerca del autor:
Héctor Ranea



El suicida - María Gimena Barboza Dri


Viajé con un poeta en el colectivo de ida. Me confesó que había decidido matarse al arribar a su pequeño monoambiente pero que aún no sabía cómo.
—Estoy cansado de mí —me dijo—. De pequeño ambicionaba sobre la vida, cada amanecer buscaba más; ahora no tan viejo, ni siquiera ambiciono dinero. Esa es mi causa.
Acabo de entrar a la cama y entre los pensamientos nocturnos me percaté de que ese hombre no era un costumbrista, sino tan sólo otro poeta que no fue.
Espero que finalmente haya optado por escribir y no por suicidarse.

Acerca de la autora:
María Gimena Barboza Dri

Preso – Daniel Diez Crespo


Dormía acunado en el vaivén de un espagueti blanco y seco que se había descolgado del plato. Pequeño, como una lombriz, ignoraba morir en las manos de algún ser humano. Despertó por el golpe de una puerta de madera contra su marco, y al tercer pestañeo, quieto y pegado junto al vértigo, le cegó el cielo. Si llovía, las gotas inundarían el asfalto de zumo de naranja. Revisó su ala, rota, como un corte que abre por la mitad una rebanada de pan. Bajó los ojos, apretó los labios, y asumió ser preso de su final si no lograba volver a volar.

Tomado del blog El País de la Gominola 

Acerca del autor: Daniel Diez Crespo

miércoles, 11 de julio de 2012

Los pasos del ángel - Diana Sánchez



Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Césare Pavese

Contra el viento. De cara al sol. No se proyecta su sombra en la pared. Ni en las veredas. Él no tiene sombra. Ni sombra del ángel. No se apura. Ni se preocupa por llegar. Igual se llega, piensa el ángel.
Espera a que el semáforo se ilumine de verde y cruza con pasos seguros. De espaldas. El hombre-apenas-ángel rescata de espaldas a la gente los escombros del pasado y vislumbra en el futuro, acaso el paraíso. Entonces sí, despliega las alas desgarrando la camisa que flamea alocada en su espalda y un estruendo de polillas y de luciérnagas que dormían ajenas, aletean enloquecidas.
Abajo, crece la sombra de un grito en la ciudad que está muriendo.


Acerca de la autora:

Ladrón – Sergio Gaut vel Hartman


Se posicionó en la cima del hilo y se dejó caer con los brazos abiertos. A medida que caía iba manoteando palabras, por lo que al llegar al suelo tenía un gran cúmulo de sustantivos, adjetivos, verbos y también pronombres, artículos, adverbios, preposiciones y conjunciones. En realidad no tenía mucha idea de cómo organizarlas, ya que era ladrón, no escritor. Pero se las arregló bastante bien y pudo vender el producto en una editorial de Benin cuyo propietario, impresionable en extremo, además de no saber castellano era analfabeto.


El autor: Sergio Gaut vel Hartman

El Golem - Patricia Nelli


Sentado sobre mi hombro, el pequeño Golem de barro cocido mira con sus ojos huecos lo que escribo y desaprueba insistentemente en checo. Dice que no le hago justicia, que lo describo como a un mico, como a un pájaro. Dice que le robo, con malicia, su dignidad guardándolo en la caja de latón de las galletas inglesas con los soldaditos de todas las antiguas eras. Que él no es un juguete ni un adorno. Que allá, en Praga, conoció al Gran Rabí Avigdor Karo. Que conoció a Kafka. Le pido que no sea mentiroso. Que no sea tontuelo, Y que respete su personaje y guión. Me da un tirón de pelo, se desliza de mi espalda al suelo, y se va corriendo por el pasillo, asustando porque sí al gato, y cantando en hebreo una antigua canción.

Acerca de la autora:
Patricia Nelli

lunes, 9 de julio de 2012

Soñando conmigo – Miguel Aguilera


Suelo despertar en mitad de la noche creyendo escuchar el sonido del mar. Escucho el susurro del viento, el rumor del oleaje, como rompen las olas al llegar a un acantilado, como se esparce la espuma sobre la arena. Sin embargo, al abrir los ojos solo veo la densa oscuridad que me rodea, los breves destellos de las luces de mercurio de la calle. Y mi mar, el mar de mis sueños, está allí, en algún lugar del mundo, soñando conmigo.

Tomado del blog Literato: Soñando conmigo

Inventarios – Héctor Ranea


No puedo quejarme, ya que en mi departamento el placard tiene el número 1021, la mesa el número 30007, la cama el 234553 y el sofá el 121111. Me preocupa un poco que el inodoro sea el 667. Aunque no puedo estar seguro de nada, pues por más que no sea el 666, esto podría querer decir que el de algún vecino sí. Como nadie es tan puntilloso sobre esto de los números de inventario, no puedo preguntarle en el ascensor a nadie, me tomarían por loco. Pero ya veremos quién la pasa peor. Mientras, sigo revisando los números de los muebles, nunca se sabe.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

La maleta – Daniel Diez Crespo


Mete tres calcetines en la maleta. Nada más. Echa tres gotas de colonia. Se enrolla la bufanda a la cintura y cuelga el pantalón en su cabeza. ¿Preparado? Ha vestido a la muñeca de plástico de su hermana, de cabello lacio y ojos rotos, con un vestido rosa con una mancha de chocolate a la altura del corazón. Mete dos calzoncillos en otra maleta. Nada más. Echa tres gotas de colonia. Se calza un gorro de lana en los pies desnudos y los ata a los tobillos con una cuerda de nylon. ¿Preparado? Ha deshinchado tres ruedas del coche verde aceituna de su padre, aparcado sobre un árbol, para ir ligero en el largo viaje que le espera. ¿Preparado? Mete su cuerpo tres veces en la maleta. Nada más. Echa tres gotas de colonia. Cierra la maleta y se va.

Tomado del blog: El País de la Gominola 

Acerca del autor:
Daniel Diez Crespo

Cenicienta desencadenada - Rubén Pesquera Roa



Ya sin aliento, el Príncipe recogió del piso la zapatilla de cristal, justo en el momento en que una grieta telúrica lo derribaba. Mientras caía alcanzó a distinguir a lo lejos y contra la luz de los incendios una silueta descomunal. Lo último que oyó fue el estruendo de un coletazo fulminante que arrastraba consigo los alaridos horribles de sus súbditos.

Acerca del autor:
Rubén Pesquera Roa


miércoles, 4 de julio de 2012

¿Quién fue? - Fernando Andrés Puga


¡Ella fue!, dice ella y él sabe que fue ella. También sabe que ella tendría que haber dicho ¡fui yo! y que lo dirá cuando él lo pregunte con más calma.
¿Por qué?, y ella no contesta. Lloriquea, grita, otra vez la acusa a ella, a la otra, a la que él no puede castigar.
¿Qué fue lo que pasó?, y entonces sí. Ahora ella hilvana un relato que va desenredando la madeja. Él pregunta detalles, ella detalla. Él percibe alguna luz en las respuestas de ella, ella camina por las preguntas de él.
La toma de la mano. Cambió el semáforo y cruzan la calle. Ella lo suelta y se le cuelga del brazo. Él la arrastra un poco; le cuesta aminorar la marcha para que ella no tenga que andar a los saltos. Ya aprenderá. No hay prisa.

Acerca del autor:
Fernando Puga

Por turnos - Rafael Blanco Vázquez



Primero se morían unos y luego se morían otros, según les iba tocando.
Algunos se suicidaban.
Otros se morían de repente. Tipo iban paseando, les daba un síncope y ea, cataplum chimpún, al suelo.
—¿Qué ha pasado?
—Nada, uno que se ha muerto.
Otros se metían un piñote con el coche. Quedaban lindos.
En fin, tampoco me voy a poner aquí a detallar tan manido asunto.

Sobre el autor: Rafael Blanco Vázquez

domingo, 1 de julio de 2012

De músculos y volátiles nocturnos – Héctor Ranea



El ruido me sobresalta. Algo cayó en el techo. Sobre el libro que estoy leyendo caen escamas de cielo raso y ensucian la lámina del sistema de músculos erectores del ano que estoy estudiando. ¿Salgo a ver? No, debe ser el gato de los vecinos, el blanco que sólo dejan salir de noche. Sigo estudiando.
Al rato, cae otro cuerpo. No alcanzo ni a pensar que cae otro y luego otro. El techo termina desfondándose. Pongo a resguardo el Testut y, al hacerlo, miro hacia arriba. Y ahí está, una mancha convirtiéndose mientras desaparecen  las transparencias que la camuflaban. Se esfuman esas páginas volando como loros de la noche mientras su forma se materializa.
Escucho una risa y tiemblo al reconocer la voz en esa carcajada. Es mi profesora de Anatomía, mostrándose como en el Testut, abierta por una ventana hecha con mi cuchillo. Ya ni recuerdo por qué la asesiné.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

Gourmets – Sergio Gaut vel Hartman



La epidemia de fiebre azul se extendía por el planeta a gran velocidad. Hacia noviembre de 2014 habían muerto cinco mil millones de personas y los sobrevivientes, que ignorábamos si nuestra resiliencia era producto del azar o de un período de incubación más largo, habíamos bajado los brazos. De cualquier manera, nadie se sorprendió cuando las grandes naves cúbicas, unos mamarrachos que desafiaban las reglas del diseño, descendieron en espacios abiertos de las grandes ciudades. Muchos habían predicho que la fiebre azul era un arma bacteriológica, pero la mayoría de los que se habían burlado de esa teoría estaban muertos. Los extraterrestres, unos seres achaparrados de seis extremidades e infinidad de verrugas y pústulas sobre el cuerpo, empezaron a recoger los cadáveres momificados.
“Han dejado la Tierra devastada”, pensé, “ahora la ocuparán”.
*No*, dijo una voz en mi cerebro, *somos empleados de una compañía de delicatessen de Tau Ceti*.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman


Pulp Fiction – Cristian Cano



―Sí, son hiperdimensionales. Seres no físicos. Entes transdimensionales, como sondas cybergenéticas, parecidos a plantas. Están abduciendo nuestra fauna, un desastre. Los psicópatas son portales que ellos usan para entrar a nuestro Universo. No tienen alma. Son hechos científicos, la Nasa está detrás del tema.
―Señor, ¿cuánta mortadela de caballo va a llevar?

 Sobre el autor: Cristian Cano

El fin - Luisa Hurtado González



—No veo nada —dijo la voz—. Ya no puedo ver nada.
Y el silencio se extendió sobre nosotros del mismo modo que aquel extraño virus se había propagado por la Tierra y nos había convertido en ciegos.
El planeta azul ahora era negro. La era de los hombres había tocado a su fin.
¿Y nosotros, qué sería de nosotros? Nos fuimos dispersando despacio, tropezando tristemente con los objetos.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

El ataúd rosa – Daniel Diez Crespo



Era un vampiro que al sonreír le brillaban los colmillos de punta redonda. Cabello rojo, de rizo cerrado, ojos negros, orejas afiladas, piel albina y voz muda. Hundió la brocha en el cubo de pintura, y con calma, esparció sus bigotes gastados sobre la madera de su ataúd. Era un rosa chicle precioso a la luz de los diecisiete candiles que colgaban del techo de su habitación. La ventana tapiada era una sombra en la que difícilmente podría vislumbrar, colgado con chinchetas, una hermosa puesta de sol de Sentosa, una playa de Singapur. En su inmortalidad, al dormir los días, despierto, imaginaba el imposible de despertar, levantar la tapa y desayunar lejos de la oscuridad. Si cerraba los ojos, sentía pisar con sus pies fríos el calor de la arena del mar. Inmortal, soñaba vivir.


Tomado del blog: El país de la gominola
Acerca del autor: Daniel Diez Crespo