lunes, 30 de abril de 2012

Cuerpo y alma de papel - Sergio Gaut vel Hartman


Julio César Fuego ideó una muy original forma de perpetuarse. Cada mañana, durante más de veinte años, escribió algo sobre sí mismo con la mano derecha (era zurdo). Un día, considerando que tenía suficiente material, armó un cuerpo de papel y lo animó con la técnica del rabino Löw. El nuevo golem se dedicó a la literatura y ganó el premio Nobel, aunque no le dio un centavo a Julio César y acaparó toda la gloria, las entrevistas y las chiquilinas deslumbradas por su fama de escritor. Pero nuestro héroe no se desanimó, empezó de nuevo y cada mañana escribe algo acerca de Gloria Nobela, un personaje de ficción, con la certeza de que esta vez no será traicionado.

Acerca del autor: Sergio Gaut vel Hartman

Minic(r)uentos con inventos tristes: Paloma ingeniera – Rubén Vedovaldi


Una paloma inventa una escopeta para matar cazadores de palomas. Cuando se le pone a tiro un cazador, antes que él la descubra, ella le apunta a la cabeza o al corazón y ¡bang!, lo mata. Tiene muy buena puntería, y es tan sociable que quiere afiliarse al club de cazadores, pero los socios son tan poco sociables que no la admiten.

Acerca del autor: Rubén Vedovaldi

Bipolaridad - David Moreno


Sam es ordenado y trabajador. Jim, al contrario, es todo desorden y vagancia. Lo que Sam hace, Jim lo estropea. Si uno pretende llevar una vida equilibrada, el otro se descontrola y lo acaba sufriendo el primero. A Sam no le gusta el alcohol, como mucho bebe un vaso de vino con gaseosa en las comidas; a Jim el ron le pierde.
Ambos viven atrapados en un mismo cuerpo y un día decidieron hacer un pacto: Sam predominaría los días pares, Jim, los impares.
Parecían haber solucionado sus problemas de convivencia. Hasta que este último verano, Jim se gastó en drogas el dinero que tenían reservado para abonar el recibo del hotel  y a Sam le tocó sentarse en el banquillo de los acusados por ocasionar una serie de daños en el mobiliario urbano. Los testigos vieron el sábado 15 de agosto a un hombre clavado a él.

Tomado de No Comments
Acerca del autor: David Moreno

domingo, 29 de abril de 2012

Enroque – Sergio Gaut vel Hartman



Me incorporé apoyándome sobre el codo, pero aquel simple movimiento demostró que estaba más débil de lo que había supuesto, ya que el universo giró a mi alrededor y así permaneció, como si yo fuese el sol de papel de un sistema en miniatura.
—El sol de papel de un sistema en miniatura. Me gustó la imagen. —La voz venía de un ángulo de la habitación y no se parecía a nada que yo hubiera escuchado en mi vida.
—¿Quién está ahí?
—Creí que lo adivinarías.
—No estoy en condiciones…
—Así me sentía al principio.
—¿Al principio de qué? —Me dejé caer; las sábanas me envolvieron con sus alas blancas y una sucesión de palabras desfiló ante mis ojos, como un epitafio.
—Otra imagen perfecta. Ojalá logre escribir así algún día.
—No entiendo —logré susurrar.
—Es irrelevante. Al final de mi primer cuento, el autor, devenido personaje, muere.


Acerca del autor: Sergio Gaut vel Hartman

sábado, 28 de abril de 2012

Mi mamá me mima - Isabel María González


María adora ir a la escuela, es el único lugar en el que se siente humana. Cuando consigue leer una frase, su rostro se ilumina, es como descubrir un tesoro, como subir al cielo, como caminar, por fin, hacia alguna parte.
De vuelta a casa, dos horas de camino, es capaz de mantener su débil cuerpo más erguido e incluso de aligerar un poco el paso.
Ya puede divisar el campamento, ya asoma la tristeza. Se detiene y permanece pensativa unos instantes. En un movimiento brusco, de ceño fruncido, de labios apretados, se sienta en medio del camino y saca su cartilla.
Su voz se eleva con rabia en el silencio de la poca tarde que le queda al día:
—¡Mi mamá me mima!

Acerca de la autora: Isabel María González

Alma - Arlette Luévano


No recuerda en qué momento lo invadió, pero Alma ha estado habitando distintas partes de su cuerpo.
Cuando habitó sus ojos, el mundo parecía muy grande y el resto del cuerpo le era distante, ajeno.
Luego, habitó sus manos. Todo parecía sencillo entonces, como aproximarse al calor y ser llama, pisar la tierra y echar raíces, tocar la piel y extenderse, expandirse, estallar.
Después fue hacia la cintura. Unas punzadas constantes le quitaron el sueño durante muchas noches.
Y llegó a las piernas. Él perdió la risa, la memoria, toda esperanza.
Ahora yo recorro ciudades y ciudades siguiendo el rastro luminoso que dejan. Algún día los encontraré. Espero no demasiado tarde.

Acerca de la autora: Arlette Luévano

Nirvana – Sergio Gaut vel Hartman


De pronto, inesperadamente, se sintió feliz. Dejaron de importarle las cuentas impagas, que su mujer lo hubiera dejado por uno veinte años más joven, que sus hijos ni lo saludaran, que su vida, en síntesis, fuera una porquería. Me siento tan raro que ya ni tengo ganas de suicidarme, reflexionó. En efecto: había alcanzado una suerte de Nirvana, una especie de estado de lasitud, tan calmo y prolongado que invitaba a pensar que duraría eternamente. Ni siquiera llegó a enterarse de que se trataba de una simple alteración perceptiva y que había durado lo que tardó en pasarle por encima un camión cisterna de treinta toneladas cargado de propileno licuado.

Acerca del autor: Sergio Gaut vel Hartman

Para escuchar el tren nocturno – Héctor Ranea


Escucho el silbato lejano del tren de carga. Se le oye solitario. Todas las semanas, alrededor de la medianoche, pasa por una ciudad poblada sólo de fantasmas, porque todos casi están durmiendo. Están los que duermen solos, como yo, los que duermen acompañados del misterio de su cárcel cotidiana. Las mujeres no duermen: preparan pan, unas, otras aflojan las sábanas de las camas. Cuando reciben a los fantasmas allí, tienen que dejarlas en el piso. Nosotros sólo escuchamos, primero el pitido del tren, luego a las mujeres gimiendo. Puede ser que el tren tenga pasajeros pero nosotros, en el cementerio ya no vemos, no caminamos. A nuestra muerte no le escapamos como los fantasmas. Será el tren o la falta de memoria o que tal vez nuestros fantasmas nos abandonan en la tumba, durmiendo o escuchando inmóviles.

Acerca del autor: Héctor Ranea

Lavativa preventiva de los objetos - Alejandro Bentivoglio


Primero, encuentro de reloj y seducción de agujas. Contemporización de tiempo, espacio, muerte. Recorte parcial de jardín de campanadas. Doce de la noche: llegada de invitados y quite de máscaras.
Segundo, efectivización del líquido atmosférico, expectación de penetración lunar. Conquista inevitable del aire.
Tercero, póstuma entrega al absurdo. O en su defecto: cancelar suscripción al cielo.

Tomado del blog: Memorias del Dakota
El autor: Alejandro Bentivoglio

jueves, 26 de abril de 2012

Contratiempo - David Moreno


Con nuestro mecánico de confianza nunca habíamos tenido ningún problema. Antes de viajar, una pertinente revisión en su taller nos garantizaba la puesta a punto de la máquina.
Hoy hemos iniciado a pesar de la crisis las ansiadas vacaciones de Semana Santa; unos días nos irán bien. Llevamos doscientos kilómetros cuando escucho un traqueteo venido de mi derecha. Mi mujer libera unos vocablos ininteligibles mientras empiezo a oler a quemado. La miro de reojo y de repente, entre el humo, salen disparados varios tornillos de su cabeza. En cuestión de segundos, un amasijo de piezas ocupa su asiento. Y las instrucciones… ¡olvidadas en casa!

Tomado de microSeñales de Humo
Acerca del autor: David Moreno


martes, 24 de abril de 2012

Heráclito - Fernando Andrés Puga


Hoy me zambullo en las aguas del río de la infancia que de tan limpias me salvaban del baño cotidiano y transformaban tus golpes en caricias.
Al salir siento un escozor que recorre mi piel. Me rasco a cuatro manos y cada poro florece hasta supurar un líquido viscoso de sabor dulzón a juzgar por la atracción que ejerce sobre las moscas que revolotean entre los juncos de la pantanosa orilla.
Busco mi reflejo en el agua para evaluar el daño, pero no está; o sí, pero es tan marrón que no se distingue del lodo de este río estancado.

Acerca del autor

Crisis - Mónica Ortelli


—¿Qué pasa que no respondés?
—Pasa… ¡que alguien tiene que frenar esto!
—Pero, ¿por qué?...
—Porque serás el hazmerreír… ¡No lo creerá ni tu abuelita!
—¿Te parece…?
—¡Hombre!... ¡Por supuesto!
—Sin embargo, la chica está entusiasmada…
—¡Ja! ¡Así lo ves vos! ¡Y así te va! Oíme bien: la ropa, la música, los libros, ¡los comentarios! ¡Todo es inadecuado! ¡Con tanta pavada es imposible conquistar a esa mujer!
—¡¿Y qué hago?!
—¡Por favor, dejá de escribirme a tu imagen y semejanza!

Acerca de la autora: Mónica Ortelli

sábado, 21 de abril de 2012

Almuerzo de baja calidad humana – Héctor Ranea


—Sin ir más lejos, me reservaste un lugar oprobioso. En todas partes del mundo te conocen gracias a mí y, tan monstruosa me hiciste que nadie sabe si soy una cosa o la otra.
—¡Pero todas con seis patas! ¡No soy entomólogo, muchacha!
—No me hace gracia la comparación, ¡imbécil! ¿Todavía te parece gracioso?
—En estos momentos trato de que el humor sea mi guía.
—Serás mi almuerzo en breve. Ya verás que no es agradable enemistarse con los coleópteros.
—¡Ustedes son todas iguales! ¿Al menos podrías darme vino para adormecerme?
—Podría, pero ando mal de la tripa. Me cae fatal el alcohol.
—Bueno. Valió la pena intentarlo —se resignó Franz Kafka—. Eres despreciable como insecto y como predador. Te complace hacer sufrir.
—Como sabes, esa parte no entra en mi juicio. Elige mejor tus personajes en otra oportunidad.

Acerca del autor: Héctor Ranea

Tarshis - Luciano Doti


Dios prometió a Abraham una tierra donde brota la leche y la miel. Éste guardó su palabra y la transmitió a sus  descendientes. Durante el reinado de David, eran varias las naves hebreas y fenicias que viajaban miles de kilometros para traer oro y muchas cosas más de Tarshis. Por esa época se instalaron en la península ibérica comunidades hebreas, llamandola Sefarad. Unos siglos después nació Jesus, y unos reyes magos le trajeron incienzo, mirra y oro. El incienzo representa el sacerdocio, la mirra una muerte próxima, ¿y el oro?... Aparentemente su reinado, ¿pero dónde? Los hebreos fueron expulsados de Sefarad, muchos convertidos al cristianismo fueron a América, allí se encontraron con algunas tribus que habían tenido contacto con los navegantes del rey David. Hoy son millones los sefarditas que habitan en Tarshis, la tierra del oro, donde brotan la leche y la miel.


Sobre el autor:
Luciano Doti

Shalom - Christian Lisboa


Entre Qufayrah y y Al Judayya, a lo largo de veintisiete kilómetros, una línea de cientos de tanques se mantenía a la espera, bajo el abrasador sol de las Alturas del Golán. Tras la línea, decenas de piezas de artillería pesada ajustaban los objetivos electrónicos. Entre ellas, Jesús se paseaba, de bluejeans y con una camiseta blanca con la leyenda “Shalom”.
El general se acercó a Jesús y le dijo:
—¿No fuiste tú el que dijo: “No he venido a traer la paz sino la espada”?
Jesús se tomó la cabeza con las manos, tirándose los pelos. —¡La espada, dije, no los misiles de largo alcance, no las ojivas nucleares!
—Consecuencias del libre albedrío —dijo el general—, la tecnología ha cambiado algo en dos mil años.
—¡Es espantoso, ustedes han creado un monstruo!
—Todos debemos asumir nuestra responsabilidad —dijo el general.

Acerca del autor:
Christian Lisboa

viernes, 20 de abril de 2012

¡Déjame! - Alejandro Domínguez


El odio que le tenía se volvió insoportable. Cogí la pluma y comencé a rayar violentamente las palabras que le daban vida. El dolor fue tremendo; pero el sentimiento era mayor. No fue suficiente. Alcancé un abrecartas y comencé a apuñalar cada adjetivo que lo describía, cada sustantivo que lo dotaba de existencia. Mis manos se inundaron de sangre; las hojas navegaban por un violento mar carmesí. No lograba hacerlo desaparecer; su presencia envenenaba por completo mi mente. ¡Muere maldito engendro del diablo, muere por el amor de dios! Tomé entre mis dedos lo que quedaba de él y lo arrojé a las brasas ardientes del infierno. Esta vez no hubo dolor. Solo me quedó observar como la piel hirviente se desprendía de mis huesos humeantes. Era la única opción; solo así pude hacer que se fuera.

Musa - Arlette Luévano


Sucede que tus dedos van de una tecla a otra, que tu vista no está precisamente sobre la pantalla revisando las palabras que vas ordenando, si no en tu propio reflejo, en la mueca triste que reconoces mejor ahí que en cualquier retrato. Que tu cuerpo se mantiene en suspensión, dormita, se olvida a sí mismo. Cuando el cansancio llega, tus dedos fríos siguen trabajando.
Yo miro tus uñas chatas, las arrugas que la sequedad provoca, el color azulado de tu piel que resalta las huellas magenta de alguna herida por la que no te ocupaste. Los lunares que se te han ido borrando.
Te estiras como un gato sobre tu asiento y la máquina. Tu cuento comenzó con una línea que ya no recuerdas, jamás sabrás lo que te estoy dictando. Tú me llamaste. Yo acudí a ti antes de que te dieras cuenta.

Ilustración: Michael Parkes

Lazos de sangre - Mario Cesar Lamique


Fue verla y saber, con irrefutable certeza, que ella sería su compañera para siempre.
Sus ojos de vampiresa también se posaron sobre el.
Comenzaron su romance sabiendo que tenían todo el tiempo por delante.
Todas las noches salían, no dejaron sitio sin visitar ni luna sin mirar, aunque, con apuro y cierta inquietud, buscaban, sin falta, llegar antes del amanecer.

miércoles, 18 de abril de 2012

Prefijos - Víctor Lorenzo Cinca


El prefijo in- tenía muy mala fama en el diccionario, pues todos lo consideraban una mala influencia. Ninguna palabra quería estar junto a él. A su lado, el culto se convertía en idiota, el dispuesto enfermaba, el discreto perdía la vergüenza, el completo acababa perdiendo piezas, el feliz se apenaba, el maduro se comportaba como un niño, el solvente se cargaba de deudas, el válido empezaba a cojear, el crédulo se veía asaltado por las dudas, el adaptado se sentía fuera de lugar... Incluso el cesto atentaba contra la moral. En definitiva: el mundo se convertía en algo sucio y asqueroso.

Una noche se reunieron las palabras y decidieron expulsarlo del diccionario. Al principio el prefijo se resistió pero cuando le arrancaron el guión no tuvo más remedio que huir. Buscó asilo en un diccionario de inglés, donde ahora vive feliz y se siente útil siendo una preposición.


Tomado de Realidades para Lelos
Acerca del autor: Víctor Lorenzo Cinca

No sé qué le vieron - Javier O. Trejo


La verdad es que no sé que le vieron a este Bolaño. No es un apellido muy común y le tocó ser pariente lejano de uno de los mejores escritores de Latinoamérica. Y no tuvo mejor idea que dedicarse a la literatura. Para colmo, y él dice que no planificó nada, que salió así, su estilo quiso parecerse al del primo. Lo digo así porque él –Carlos Bolaño- dice que no lo hizo a propósito; insiste. Escribió una antología –apócrifa- de escritores argentinos dedicados a la temática gauchesca. Pagó una edición y circuló por un tiempo; hasta tuvo alguna reseña auspiciosa en una revista de ficción.
El destino –con la magnífica ironía que dijo Borges- le trajo otro remedo del primo famoso: tiene una enfermedad terminal. Se está muriendo e intenta terminar un libro. También dice que él no planificó nada, que salió así.

Dreaming of Constanza - Alejandro Bentivoglio


Sueño que estés, en este tiempo, en este lugar. Sueño que no te alejes y que este momento sea todos los momentos. Sueño que sé que se extraña en la lejanía, pero también en lo cerca si apenas se puede percibir el latido de una sola respiración.
Sueño que la soledad huye de nuestras formas, dejando la esencia de sus temores fuera, surcando superficies invisibles hasta desaparecer. Sueño que nos mantenemos a salvo de Sueño que despierto y que como una extraña caricia tuya, la verdad existe también fuera del éter.

Tomado del blog: Memorias del Dakota
El autor: Alejandro Bentivoglio

lunes, 16 de abril de 2012

Milagros - Raúl Sánchez Quiles


A pesar de sus denodados esfuerzos, sus desesperados fieles gravemente enfermos seguían cayendo como moscas. De nada valían sermones, imposiciones de manos, oraciones conjuntas o llamadas a la voluntad del Supremo Hacedor.
Seguían muriendo más pronto que tarde. En su descargo hay que decir que ya acudían a su templo bien jodidos. Buscaban milagros, pero lo cierto es que no ponían nada de su parte. Al final, el desdichado predicador tuvo que cerrar su iglesia e iniciar una provechosa carrera como vendedor de pulseras magnéticas.

Publicado en Hiperbreves, S.A.

sábado, 14 de abril de 2012

La funeraria - Carla Dulfano


Trabajaba en una empresa funeraria.
La viuda del millonario Filomenti me extendió un cheque, advertí que había cinco ceros; se lo arranqué de la mano y lo guardé en un cajón.
La morgue estaba de paro y no me permitían sacar al difunto. ¡Necesitaba un muerto o perderíamos el cheque!
Fui a otra casa de velatorios, estaban velando a un tal López.
-En la funeraria de la otra cuadra estamos promocionando velatorios -le dije a la Sra. López-, es gratis.
Mudamos el féretro de López a mi funeraria.
-Por fin traen el cajón –dijo la Sra. Filomenti-. ¿Quiénes son las personas que la acompañan?
-Eran empleados del Sr. Filomenti -contesté.
A medianoche, las dos viudas se fueron conformes.
Mi jefe dijo:
-Usted está despedida -y me arrojó el cheque de la Sra. Filomenti.
Tenía seis ceros en vez de cinco. ¡La primera cifra también era un cero!

martes, 10 de abril de 2012

Hijo bastardo – Xavier Blanco


Desde la cornisa del piso veinte todo se divisa distinto. Tal vez la vida es así, diminuta como un enjambre de hormigas. Hace frío, el sudor surca mi frente, el viento ruge y las nubes tienen boca de elefante. Todo hubiera sido distinto si aquellos documentos no se hubieran cruzado en mi camino. Pero algunas veces el muro de la existencia se agrieta y quedas atrapado en ese socavón que producen los recuerdos. Yo sólo le enseñé el cartapacio lleno de pruebas irrefutables, y él me gritó jocoso: “sólo eres un perdedor, un fracasado, igual que tu madre”. Mañana el asesinato de Don Marcial -insigne abogado- será portada de todos los diarios. Yo -un miserable camello-, sólo mereceré dos líneas en la página de sucesos. Mientras mi cuerpo se precipita al vacío no puedo dejar de reírme. Llueve plomo, llueve sangre: no importa la página, los dos estaremos muertos.

© Xavier Blanco 2012
Tomado del blog: Caleidoscopio

domingo, 8 de abril de 2012

Clase media - Fernando Andrés Puga


No desaparecí. No fui ultimado en algún enfrentamiento. No recibí amenazas, no estuve en listas negras, no fui al exilio. No nací en un centro clandestino ni terminé en brazos extraños.
Aun así, no acabo de encontrarme.
Soy argentino. Tenía dieciocho cuando la oscuridad se apropió de mis sueños, cuando el grito de gol inundó el estadio ahogando el desgarro que se descomponía entre las catacumbas. Ahí estaba yo, con mi bandera.

Acerca del autor

Adicciones - Daniel Sánchez Bonet


De adolescente se enganchó de forma compulsiva al tabaco y al cannabis. En su época de estudiante, ya en la universidad, se aficionó sin medida a la bebida y a las drogas de diseño durante cada fin de semana. Su primer sueldo le sirvió para costearse su adicción al juego y después, con el tiempo, se convirtió en un conocido cliente de prostíbulos y burdeles clandestinos. Finalmente, su caso, ya insostenible, acabó en manos de expertos psiquiatras.
Dos años después, libre de cualquier tentación, sigue sin superar su adicción a las terapias de grupo.

Tomado del blog Microrrelatos a peso

viernes, 6 de abril de 2012

Alfonsina - Flor Marina Yánez


La humedad y el ahogo le anuncian el inminente ascenso de la marea. El calor, antes insoportable, comienza a sosegarla. Cierra los ojos e intenta evocar el momento del naufragio. En su lugar encuentra una luz esquiva, recóndita, inasible; y a lo lejos el murmullo del oleaje, en el que a ratos, cree escuchar algo que suena como su nombre. Asfixia las voces apretando con esfuerzo sus manos contra los oídos y se abandona al abrazo final de la corriente. El agua mana ahora de arriba, como cascada, de los ojos de una adolescente que aprieta con violencia a una mujer desnuda en una camilla de hospital de pueblo. —Envenenamiento —le dice la enfermera de guardia a la vieja que hace una hora no para de murmurar para sí, algo que suena como un nombre.

miércoles, 4 de abril de 2012

Genio y figura hasta la sepultura - Juan Carlos Vecchi


Se sufría el sol del mediodía y el verano tenía olor a pollo olvidado en el horno.
La sombra, obesa y beoda, se desprendió del hombre y caminó tambaleante, siempre hacia adelante, indiferente al asombro de los atónitos transeúntes; a medida que se alejaba del ancho y transpirado cuerpo, perdía oscuridad…
—¡Dale, che! ¡Apurate que tengo mucha sed! —gritó el hombre, pero la sombra mantuvo su paso lento, lento y zigzagueante— ¡Y decile al Betsabé que la anote, eh! Mañanita tengo una changa y pago todo…
El hombre persiguió con la mirada a su sombra hasta que ésta atravesó la familiar puerta de la cantina; fue entonces cuando ancló su pesado cuerpo al oportuno banco de la plaza.
Desparramado quedó el hombre, experimentado catador de la piedad humana; esperando el regreso de su sombra con la bendita e irremediable copa de vino.

Terminador vs Superman - Sergio Gaut vel Hartman


—¡Cortala, loco! —dijo Superman—. ¿No te das cuenta de que estamos del mismo lado? Le estás haciendo el caldo gordo a los rojos.
—¿Qué querés decir con eso —replicó Terminador sin aflojar la Doble Nelson Arturiana que había aprendido en 2119.
—Que si no me soltás voy a revelarle al mundo tu identidad secreta.
—Si vos revelás mi identidad secreta yo diré que lo de Jimmy Olsen siempre fue una pantalla, que sos el que peina a Chiquita La Grande y le hace los vestidos a la duquesa de Luxemburgo.
—Decilo, atrevete. Todos sabrán que tu culo está al servicio de los soldados que pelean la Cuarta Guerra Mundial. Que viajás por el tiempo bufarroneando en 2038, 2097, 2112…
Esto fue insoportable para Terminador. Con una torsión más desnucó al hombre de acero y lo desvistió para comprobar si usaba un segundo calzoncillo.
Acerca del autor

lunes, 2 de abril de 2012

Jette en Los Andes - Fernando Andrés Puga


Jette bajaba de un mundo acomodado; vos subías desde la sucia noche del sur. Jette cruzó el Atlántico en busca de aventura; vos saliste de casa despedido.
Los cuerpos se enredaron en un hotel de La Paz. El sol de tu llanura en su pelo; su noche boreal en el tuyo. Jette quiere más tierra que la que le ofrecés; vos, más estrellas que las que hay en sus ojos.
Jette será nostalgia de lo que no fue; vos, una gota en el mar de su olvido.

Sobre Fernando Puga