miércoles, 29 de junio de 2011

Creando el universo en un café - Sergio Gaut vel Hartman


—No estoy satisfecho.
—¿No?
—No; quería hacer… otra cosa. Mucha galaxia al pedo, mucha nube de gas, un montón de agujeros negros, para nada. Esto está como muerto, no sé… le falta nervio, garra, despelote…
—¿Y si le metés seres autónomos, fuera de todo control?
—¿De dónde sacaste esa idea?
—Se me ocurrió. Objetos que interactúen entre sí y con el medio ambiente, sin programación.
—¿Te parece? No creo que salga algo funcional, pero voy a probar. ¿En un mundo o en varios?
—Metelos en varios, uno de cada diez. No se van a encontrar de inmediato, pero en algún momento… paf.
—Tenés razón. Cuando se encuentren va a ser divertido.


Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman


Imagen: Desert Country, de zzen en deviantArt

Alumbramiento - Susana Rosa Lares


Miles de lenguas lamían ansiosas el vidrio de la botella gigantesca. Con avidez y fruición intentaban destaparla para obtener la esencia de las cosas prisioneras en ella.
Los denodados esfuerzos lograron el propósito y los suspiros de alivio fueron audibles.
Por fin, las palabras se desparramaron sobre la mesa y todas las lenguas abrevaron en ellas.


Tomado del blog de autores santiagueños En Los Esteros

Imagen: Poisonous Yellow, de zzen en deviantArt

Caso resuelto - Javier López & Sergio Gaut vel Hartman


El célebre solucionólogo Lope de Javi aseveró: —Conozco a un tipo que siempre tiene soluciones para todo. —La afirmación conmocionó a los que, por lo general, no sufrían conmociones y convulsionó a los que, por lo general, no sufrían convulsiones. Pero los coroneles pusieron el grito en el cielo, ya que si la tesis se confirmaba no quedarían pecados que pudieran ser absueltos. Para colmo, el grito en el cielo, mal pegado, con un adhesivo sintético de baja calidad, se precipitó a tierra y desnucó a una docena de transeúntes trashumantes que pasaban por el lugar.
—Solo dije que conozco a un tipo que siempre tiene soluciones para todo —se defendió Lope de Javi.
—¿Y cómo se verifica eso en este caso? —le recriminaron, hartos de la frasecita de marras, que no parecía significar nada.
—En que sacó una microficción de una simple frase dicha al pasar.


Sobre los autores: Javier López, Sergio Gaut vel Hartman

Imagen: Red violet Flower, de zzen en deviantArt

Noche esdrújula - Javier López


Ella era de ébano, ícono africano, y yo un hombre cálido. Como amante, válido.
Hacer el amor era nuestro vínculo.
Tras rápido estímulo, introduje mi vástago en su secreto místico. ¡Bárbaro! No hizo falta látigo, ni película sobre temática erótica; se nos antojaba sórdido. Todo iba perfecto en mi noche esdrújula.
Solo hubo un problema: en una postura tanto complicada, chasqueó mi rodilla: me jodí el cartílago. Fue tan grande el susto que sentí algo cáustico quemando mi estómago. Ella salió huyendo. No se lo reprocho, ni aún en lo más mínimo: en ese momento expelí mi miedo en chorros pestíferos.


Sobre el autor: Javier López

Imagen: Yellow Around, de zzen en deviantArt

Héroe de papel - Fernando Puga


Ella, ahí sentada. Firma ejemplares de su último libro mientras yo tengo que alejarme de su presencia, huérfano de su pluma. Ella, que me dio la vida y me elevó al heroico pedestal de los inmortales al dotarme de virtudes tan notables que no hubo rival que pudiera conmigo a lo largo del extenso relato; ochocientas noventa y siete páginas de belleza literaria. Ella ahora recibe aplausos y yo quedé atrapado en el papel. Ya no me habla, ya no se acuerda de mí. Aún no se enteró que la maté cuando puso el punto final.


Sobre el autor: Fernando Puga

Imagen: Red Spiral, de zzen en deviantArt

Masoquista - Sergio Gaut vel Hartman


—Atención: todas las salidas están selladas; el final es inminente; repito, inminente; ninguno de ustedes sobrevivirá al colapso de la realidad; repito: ninguno sobrevivirá…
Codeé a mi vecino. —Estoy harto de los microcuentistas que nos tratan como si fuésemos muñecos de trapo. Cataclismos, holocaustos, apocalipsis, calamidades, devastación. —Pero mi vecino se apartó haciendo una mueca de disgusto.
—¿De qué habla? Le toca lo que le toca; no se queje. Y sea macho.
Me encogí de hombros. Esos son los peores; no solo son los que más se joden con los caprichos del autor; a veces hasta me parece que les gusta.


Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman

Imagen: Eucalyptus, de zzen en deviantArt

Tecnología - Carla Dulfano


“¡Hola! ¿Cómo andás?, te mando este mensajito de texto ahora porque en la semana estoy a mil” ―escribe José.
“Ando bien, ¿y vos?” ―escribe Marta.
“Un poco aburrido, entre música y canapés”
“Igual que yo”
“El otro día fui a ver esa película que me recomendaste”
“¿Te gustó?”
“Si, es impresionante como coincidimos en los gustos. Y no me pasa con mucha gente”
“A mí tampoco”
“¿Qué tal resultó tu trabajo nuevo?”
“Bien, aunque me siento un poco explotada”
“Hay algo peor que ser explotado: no servir ni para ser explotado”
“Ja ja, me encanta tu sentido del humor”
“Y a mí el tuyo”
“Arreglemos para salir un día de estos”
“Dale”
Marta y José se levantan del mismo sillón donde estuvieron sentados durante toda la fiesta, y se van sin mirarse ni saludarse, cada uno a su casa.


Sobre la autora: Carla Dulfano

Imagen: Ornament, de zzen en deviantArt

Mi madre y las habichuelas mágicas - Silvia Alejandra García


Una pastilla blanca para la tiroides y otra amarilla grande, para la hipertensión; una blanca larga como un jaboncito rectangular, para la gota; una bordó, vitaminas; una blanca ovalada, ansiolítico; otra verdecita, antidepresivo; la mitad de una color rosa, para los nervios; una celeste, de magnesio; una cápsula ovalada para el colesterol, otra verde oscura, energizante; una blanca redonda para domesticar el apetito y la última, de calcio. Las siembra desde que se levanta hasta que vuelve a acostarse, en su organismo.
Una a una, van marcando el transcurso del día. La conducen por andariveles seguros hasta una meta que no alcanzaría sin ellas. Cuando se duerme se disipa la magia. Al día siguiente despierta igual que el anterior y tiene que empezar de nuevo.


Imagen: In the Forrest, de zzen en deviantArt

lunes, 27 de junio de 2011

Dios - Sebastián Chilano


Un hombre silencioso sentado en una silla, en una sala amplia, lee un libro. La sala está en silencio. El silencio se interrumpe cada vez que el hombre pasa una hoja. La hoja está en blanco y las palabras se escriben a medida que el hombre lee. Cuando el hombre se cansa de leer, sale de la sala y entra en un mundo ruidoso y caótico que le es cada vez más desconocido. Por eso en los últimos años, el hombre silencioso prácticamente no abandona la sala.

Sebastián Chilano

Despedidas – Sergio Gaut vel Hartman


Vio una masa negra, oscura, uniforme que avanzaba hacia él, y se sintió impotente para demostrar que todavía era un luchador, que deseaba dar batalla. ¿Cómo transformarse en alguna fuerza poderosa, en algo que permitiera que la amenazante invasora advirtiera su presencia, que lo tuviera en cuenta y se decidiera a pelear? Se movió con dificultad en la cama en la que pasaba sus últimos días. Fue suficiente. La vela cayó de su pedestal y la enorme sombra de la cucaracha se difuminó en la penumbra. ¡Lo he logrado!, exclamó sin palabras. No le pasó por la cabeza la idea de que el infortunado blátido, cargado de veneno, también se estaba despidiendo de la vida.

Sergio Gaut vel Hartman

El terror - Alejandro Bentivoglio


El fantasma se pasea por los cuartos, ajeno a cualquier mirada que alguien pudiese dirigirle. De vez en cuando exhala un largo suspiro. Hace rato que desistió de provocar el pavor y se limita a frotarse ectoplásmicamente contra el techo.

Los sábados, sin embargo, no aparece por la casa. Es día de limpieza y tiene un temor no demasiado injustificado hacia los plumeros.


Tomado del blog: http://memoriasdeldakota.blogspot.com/

Alejandro Bentivoglio

La pequeña muerte - Daniel Frini


Soñó con una mujer hermosísima. Tan hermosa que hacía doler los ojos. Soñó con una ternura infinita y con el amor más suave. Sonó que se quemaba al entrar en ella y que la mujer lo abrazaba con sus piernas doradas. La lengua roja dibujaba los oídos del hombre y las lágrimas de ella lo mojaban entero. Soñó con música de campanas.
―Levantate, infeliz —dijo la esposa ―¿No escuchás el despertador, tarado? ¿O me va a decir el señor que anoche quedó extenuado? A ver si la próxima le ponés más ganas, inútil. Otra vez tuve que levantarme al baño cuando te dormiste, y terminar el trabajo yo sola.

Sobre el autor: Daniel Frini

La lógica de los dados (o la no-lógica de los no-dados) – Héctor Ranea


Si existiera un Dios, debería existir un no-Dios. Si uno hace, el otro deshace; uno piensa, el otro actúa; o si uno no piensa el otro no actúa etcétera. Si Dios no juega a los dados, entonces el no-Dios no. Eso da, para el Dios, la desventaja de la imprevisibilidad, ni siquiera el caos, pues éste deviene cuando el Universo es determinista pero las interacciones lo hacen caótico. La ventaja de la imprevisibilidad es, probablemente, la belleza del color de la luz de las estrellas. El no-Dios sería, por el contrario, previsible, monótono, perfectamente gris, como quieren la mayoría de las religiones que asolan el mundo desde que usamos fuego, probablemente. Así que elija, un Dios que no juega a los dados y el no Dios que sí. O viceversa, o nada: no hay ni Dios ni no Dios y somos granos de polen flotando en Universos de néctar.

Héctor Ranea

sábado, 25 de junio de 2011

Monstrua III - Lilian Elphick

Aspiro pegamento echada en la última esquina de esta ciudad amurallada. Una "M" cosida a la espalda me identifica. No soy pordiosera, pero la gente insiste en arrojar basura a la geografía de mis cuatro faldas. Sé que el sol sale por ahí y que los perros cuidan mis cosas: el canasto vacío, la remendada capa roja. Mi abuela, antes de morir, me dijo: lleva en tu tobillo este ramito de romero. Y así lo hice. No me gruñen los malos espíritus, aunque a cada rato siento que el verdadero colmillo del lobo se entierra en mi estómago y retuerce los sueños del bosque, donde yo era una niña muy pequeña que estaba enamorada de su hambre.

Gemma -Daniel Sánchez Bonet

Según la geometría, una línea es una sucesión continua de puntos interminables e infinitos, pero durante su recorrido lineal por aquel cuerpo, Armando los encontró todos: el punto de partida, algunos puntos de sutura, los varios puntos de vista, los dos puntos y por fin, el punto final o punto de ebullición. Sólo entonces, llegado al final de su viaje, descubrió el punto débil de ella y en honor a su nombre, lo llamó punto G.

Ganador del I Concurso en 5 minutos Editorial Intangible 2011
Tomado del blog Microrrelatos a peso http://microrrelatoapeso.wordpress.com/

Soy forastero - Alejandro Bentivoglio

Llevo un mapa en mis manos, buscando la pequeña cruz resplandeciente, el punto justo donde hallar el tesoro. Camino por pueblos y ciudades abandonados. Me encuentro con desconocidos que me dan indicaciones confusas y me hablan de autobuses que tal vez no pasen nunca por ese u otro lugar.

A veces me siento en las plazas y miro con estúpida nostalgia los grupos de palomas, algún niño sonriendo con aire ausente.



Tomado del blog: http://memoriasdeldakota.blogspot.com/

Cuestión de aspecto – Mónica Sánchez Escuer & Sergio Gaut vel Hartman

Amanecí con el espejo en mi contra.
—Pobre desgraciada —dijo mi imagen—. Mírate el aspecto que tienes. ¡Patético! Y te preocupas. De este lado no tenemos los tontos prejuicios que los agobian a ustedes.
—¿No? —pregunté espantada—. ¿Y qué harás?
—Le mostraré tu cara a todo el mundo y se reirán hasta hacerse añicos.
—Mi cara es tu cara. No puedes ser tan estúpida.
—Pero de este lado nadie lo sabe —respondió mi imagen antes de darme la espalda y retirarse.

jueves, 23 de junio de 2011

Breaking up – Alejandro Bentivoglio


Es un día soleado, se podría decir que precioso. Pero ni él ni ella pueden apreciarlo, quizás los gritos de los que pululan por ahí. Algunos insultos, algunos abucheos, no se entiende demasiado bien lo que sucede. Ella está ahí, acomodada con una delicadeza impensada, como si esperara algo. Se la ve triste, un tanto desconectada de todo lo que la rodea.
—Desde que nos separamos, no siento nada —dice ella, la cabeza, colocada en la cesta.
Él, cuerpo a medias, incómodo en el cadalso, solo se contorsiona un poco, sin saber muy bien qué quiere decir.


Tomado del blog: http://memoriasdeldakota.blogspot.com/


http://grupoheliconia.blogspot.com/2010/11/alejandro-bentivoglio.html

Papi - Fernando Puga



—¡Qué no daría yo por tener esos ojos! —exclamó el rey al enterarse del poder de Medusa—.Te protegería de tanto pretendiente zaparrastroso sin tener que hacer tanto esfuerzo. Aunque claro, no podrías mirarme sin correr el riesgo de convertirte en piedra. Pero bueno, algún precio hay que pagar si uno desea retener a su hija en casa, ¿no?
—Sí, papito querido. —contestó la princesa mientras a sus espaldas afilaba el machete dispuesta a rebanarle la cabeza a ese progenitor tan cargoso.

Cosas del amor - Javier López


—Amor, te he estado buscando toda la vida
—No cariño, era yo la que te buscaba.
—¿Vas a decir que yo no te había buscado antes?
—¿Es que no me has oído? ¡Fui yo la que siempre lo hizo!
—¿Pero vamos a discutir hasta por eso?
—¡Yo no estoy discutiendo! ¡Eres tú quien ha empezado esta absurda conversación!
—¡Si te vas a poner así, mejor no sigamos!
—¡Por mi parte lárgate, no sé a qué estás esperando!
Y así siguieron discutiendo el llavero y la llave en la oscuridad de la noche, en una fría estantería de la oficina de objetos perdidos.



http://grupoheliconia.blogspot.com/2010/11/javier-lopez.html

martes, 21 de junio de 2011

Siempre hay excusa para salir a beber - Jesús Alonso



Me compré una barra de bar porque quería dejar de salir a beber por ahí. Nada más montarla, me puse a un lado de la barra y pedí una cerveza. Fui al otro lado y pregunté: "Con alcohol o sin alcohol?" Me cambié otra vez de sitio y contesté: "Con alcohol, imbécil!" "Imbécil será usted!", me respondí. "A mí nadie me trata así", contesté, "me voy a otro bar". Al salir di un portazo. Allí quedó el otro con su mierda de negocio.

Mascando – Héctor Ranea


Masco mondadientes. Con el último de una cajetilla abro la nueva perforando el orificio troquelado. Ya sé. Ya sé. Está desaconsejado por todos los odontólogos del universo mundo. Pero lo hago porque qué podría si no hacer. Mirar crecer las plantas. Aprender el manejo de libélulas para armar una red para cazar mariposas. Todo eso lo hice. Pero: ¿para mirar la televisión, ponerme un poco de aceitunas, mirar el partido bebiendo cerveza? Otra cosa no se necesita más que mascar. Le digo que ya lo hice y nada. Créame que no. Nada. Eso sí, después de los atracones de mondadientes es difícil cagar tantos ataúdes. Parecen procesiones fúnebres. Ahí deberían ir varios personajes de la televisión, por lo que colijo. Pero no. Los ataúdes salen solitos, vacíos los pobrecitos. Y ahí van. Flotando como jangaditas que no llevan nada.

Entretelones – Sergio Gaut vel Hartman


El perturbador momento del ataque ha quedado atrás, pensó Lázaro acodándose en la piedra lisa del sepulcro en la que habían depositado su cuerpo. Extrajo el teléfono móvil de entre los pliegues de sus vestiduras y marcó el número del Nazareno.
—Ya desperté —dijo—. ¿Dónde estás?
—Estoy en Cafarnaún. Arreglo un par de asuntos y voy para allá. No te muevas.
—No me moveré. ¿Pensaste cómo manejar el asunto?
—Sí, ya tengo todo planeado.
—Espero que todo salga bien; tengo un poco de miedo.
—No te preocupes; todo saldrá bien.

Ayyyy - Angélica Gorodischer


Sonó el timbre y ella fue a abrir la puerta. Era su marido.
—¡Ayyyy! —gritó ella—. ¡Pero si vos estás muerto!
Él sonrió, entró y cerró la puerta. Se la llevó al dormitorio mientras ella seguía gritando, la puso en la cama, le sacó la ropa e hicieron el amor. Una vez. Dos veces. Tres. Una semana entera, mañana, tarde y noche haciendo el amor divina, maravillosa, estupendamente.
Sonó el timbre y ella fue a abrir la puerta. Era la vecina.
—¡Ayyyy! —gritó la vecina-. ¡Pero si vos estabas muerta! —y se desmayó.
Ella se dio cuenta de que hacía una semana que no se levantaba de la cama para nada, ni para comer ni para ir al baño. Se dio vuelta y ahí estaba su marido, en la puerta del dormitorio:
—¿Vamos yendo, querida? —dijo y sonreía.


Tomado de: http://minificciones.com.ar/

domingo, 19 de junio de 2011

Odio - Daniel Sánchez Bonnet


Desenrosca el tapón de varias botellas de cristal, pone la copa encima de la mesa y con tranquilidad, mezcla su whisky con naranja. A continuación, se dirige a la habitación de su mujer. Minutos más tarde, ya con cara de arrepentido, vuelve a poner el tapón a la botella de licor.
Y a la de veneno.

Un trabajo rutinario - Sergio Gaut vel Hartman


—¿Venís a cenar?
—Sí, pero tarde; no me esperes levantada.
—Te dejo el guiso afuera de la heladera. Calentalo en el microondas.
—¡Guiso, qué rico!
—No te olvides la bufanda, que a la noche refresca en el espacio.
—Siempre hace frío en el espacio, querida, no solo de noche.
—¡Ay que trabajo de porquería; espero que cuando terminen de construir la Vía Láctea te manden a una obra mejor.
—¡Ni me lo digas! El jefe está que trina porque quiere terminar a fin de semana y el domingo descansar.
—¿Él? Si se rasca todo el día. ¿Vos no decís que lo único que hace es dar órdenes aunque no está seguro de nada?
—Pero es el jefe, el mandamás, y por ahora no tengo nada mejor que seguir trabajando en Diseños Integrales Omni Solutions. Es la única empresa que construye universos, y ya estoy grande para probar otra cosa.

Sergio Gaut vel Hartman

Sueño 48 - Pablo Martínez Burkett


En el sueño, erraba por una calle con edificaciones bajas, como de pequeñas iglesias, llenas de placas y crucifijos de metal. Las vereditas eran muy angostas y parecía haber llovido. Era de noche y lo acompañaba su padre. Un restallar de cirios le recordó la Semana Santa, pero antes que a cera e incienso, el aire olía a fruta madura. Unas imágenes de negro rezaban en medroso silencio. Cuando reconoció a sus deudos ya muertos, supo que no estaba soñando.

Ex-critor - Javier López


Cuando dejé de escribir hice felices a muchas personas.
Los críticos se sintieron aliviados por no tener que leer mis textos para hacer sus reseñas en el semanario dominical. Nunca entendían lo que quería decir, e interpretarlo les suponía un esfuerzo extra, acostumbrados a trabajar poco y cobrar bastante.
Mi esposa es quizá la que más lo celebró. Se terminaron los días y las noches encerrado en la biblioteca, desatendiendo a mis hijos, de los que llegaba incluso a confundir sus nombres y, por supuesto, a olvidar las fechas de sus cumpleaños.
Pero como dicen, nunca llueve a gusto de todos. Y se me cae el alma a los pies cada vez que entro en la biblioteca y veo a los que fueron mis personajes apilados en un rincón, empequeñecidos, inexpresivos y con la cabeza gacha, esperando a que vuelva algún día a apoyar el lápiz sobre el papel.

Javier López

viernes, 17 de junio de 2011

Configuraciones - Antonio Cruz


“Veo la costa de Ítaca” dijo Ulises a uno de sus hombres con una sonrisa indescriptible, pero al llegar a la playa encontraron una tierra extraña poblada de hombres cobrizos que les saludaban alegremente dándoles la bienvenida agitando espejitos de colores.
“¡Puta Madre!” gritó Ulises al borde de la ira. “Algún boludo desconfiguró el GPS y vinimos a parar a la loma de la mierda".

Sobre el autor

Días de lluvia - Daniel Sánchez Bonet


Cada vez que levantaba la mirada todo me recordaba a ella. Sobre todo las nubes, que frente a mis ojos, se convertían en imágenes improvisadas de una relación ya pasada. A veces, sobre el cielo, ella me besaba, me acariciaba o me miraba cómo queriéndome decir algo. Después, con las primeras lluvias, descendía resbalando entre los rincones de mi cuerpo hasta que mojaba mis labios. Horas más tarde, se dispersaba entre los caminos infinitos de la ciudad y por último, volvía a abandonarme huyendo hacia arriba otra vez más.

Por suerte, han dicho en la tele que mañana regresan las lluvias.

Decisiones – Sergio Gaut vel Hartman


—Definiré la estrategia de los próximos movimientos —dijo el monarca con severidad y energía. Un denso silencio cayó sobre la sala, silencio que fue destrozado cuando el obispo se animó a tironear de la manga del rey y dirigirle la palabra.
—Temo, majestad, y se lo digo con el mayor respeto, que esa tarea está a cargo del Jugador; nosotros solo somos piezas de ajedrez

Sobre el autor

Distraídos - Alejandro Bentivoglio


El televisor se encendió solo, en medio de la noche. Apareció una cara que no conocíamos. Un hombre dando noticias de un mundo imposible. Nos quedamos toda la semana viéndolo, aunque su idioma nos era completamente ajeno. Algunos días después, sin embargo, el televisor se apagó y no hubo forma de volver a prenderlo.

A la mañana siguiente llegaron los primeros tanques.


Tomado del blog: http://memoriasdeldakota.blogspot.com/
Sobre el autor

miércoles, 15 de junio de 2011

Historia verídica - Julio Cortázar


A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caro, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.
Ahora este señor se siente profundamente agradecido y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud.
Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.

Deseos - Silvia D'Imperio


Hay personas que les cuelgan sus ideas a otra gente. Para ellos esas ideas son trajes. Trajes con que visten a otros para convencerse de algunas cosas: “Aquella es la hermana que nunca tuve”, “¡Finalmente, no hay dudas de que Carlos es mi príncipe azul!”, “Raúl es un padre para mí”.
Esos trajes a primera vista caen perfectos. Pero, con el tiempo, empiezan a ajustar en las sisas, a chingar en las mangas. A veces parecen reducirse, como si no pudiesen contener al envase tan cuidadosamente escogido. Y no hay forma de que los destinatarios vuelvan a calzarlos.
Entonces, los dueños de las ideas se enojan, se frustran y siguen insistiendo: recortan mangas, suben dobladillos y toman pincitas por aquí y por allá.
Y así pasan la vida.
Sin ir más lejos, ayer lo vi a Roberto: caminaba por la plaza totalmente desnudo. Y ni siquiera se daba cuenta.

lunes, 13 de junio de 2011

La biblioteca - Carla Dulfano


Trabajaba en una biblioteca municipal. La gente sólo pedía prestado algún libro para nivelar la pata gastada de su sillón, y las tapas debían combinar con el tapizado.
Un día en la biblioteca apareció una rata. Todos los días comía partes de libros. Entonces tuve una idea: copié en unas hojas varias páginas del diccionario y dejé que la rata las mordisqueara. Comió algunas palabras y otras las dejó. Finalmente quedó un texto bastante raro. Lo envié a un certamen literario y gané. Así comenzó mi exitosa carrera de escritora.
Ahora los medios me catalogan como “artista de vanguardia”. Sigo trabajando en la biblioteca porque necesito a la rata. Mis obras son famosas y están en la vitrina principal. Mi éxito es rotundo. Ahora los usuarios piden únicamente mis libros, especialmente porque me los editan de todos los colores y siempre hay alguno que combina con un tapizado.

Pregunta retórica - Sergio Gaut vel Hartman


Pregunté: —¿Es posible sacarle jugo a las piedras?
La muda de la jaula movió las manos de un modo muy bonito, pero no dijo esta boca es mía. De todos modos no habría podido hacerlo, claro, porque yo compré esa boca pagando por ella ciento diecinueve besos, allá por el año setenta, cuando regresábamos de Abuja, y no permito que nadie la use, ya que soy muy celoso de las palabras que pronuncia, y muy estricto: la muda sabe que ni siquiera está autorizada a decir que yo sé sacarle jugo a las piedras, que soy el mejor litojuguero del planeta y uno de los mejores microcuentistas. También sabe que mi arrogancia no tiene límite. ¿No fue bueno comprar el silencio de la muda?

Palabras - Olga Appiani de Linares


Dormíamos.
Intocadas, desde que fuimos abandonadas en este territorio incógnito. ¿Soñamos? Quizás...
Con el mismo mundo que nos contiene y que, a la vez, construimos.
Mundo también soñado por nuestro creador.
Pero hoy hemos despertado.
Y todas, por fin realmente vivas, salimos a tu encuentro, diminutas Scherezadas, para cautivarte con nuestras maravillas...
Hoy, cuando tus ojos recorren nuestra casa, este castillo de palabras que tú, desconocido, llamas libro.

Tomado del blog http://olgalinares.blogspot.com/

sábado, 11 de junio de 2011

Del polvo venimos - Diego Planisich



Ser polvo para preparar bizcochuelo no tiene mucha gracia. De chiquito soñaba ser algo más. Me dijeron que sí lo sería.
Y llegó el día de la batidora. A algunos les han metido una cuchara, qué más da, un poco de esto y otro poco de aquello y así revolvieron mis entrañas hasta que alguien dijo “ya está cremoso”. El asunto fue más allá y encima, como si fuera poco, me metieron en un horno a 200 grados de temperatura, me dejaron descansar un rato -como si yo debiera estar agradecido de eso- y me enterraron un cuchillo incontables veces me devoraron me bañaron en jugos gástricos y me cagaron.
Dicen que el destino está escrito para algunos. Aunque yo siempre tuve mis instrucciones al dorso nunca quise saber de ellas.

Imagen de Clarita

Un bien escaso - Fernando Puga


Me pide tiempo y no sé. Me queda poco y aunque la quiero no sé.
Fue mucho el tiempo que le di. Parece ser algo que pierde con facilidad y entonces pide, sin pruritos, sin timidez. Lo demanda y lo consigue. Sabe que soy un caballero y no me negaré.
Pero esta vez no sé. No es que no la quiera o que la quiera menos ni que me haya vuelto mezquino, pero si le doy el tiempo que me pide me quedaré vacío. Ella se alejará llevándose mi tiempo y me quedaré solo y sin tiempo para perder.
Así que no. Lo siento mucho, pero no. Lo lamento. Este poco tiempo que me queda me lo guardo para mí; que se busque el tiempo en otra parte.
Aunque se esté muriendo.

Imagen de Clarita

Cuestión de principios - Oriana Pickmann & Javier López



El anuncio llegó a todos los rincones de la ciudad: habían puesto en venta la felicidad.
Todos, ansiosos por poseerla, corrían por las calles, tarjetas de crédito en mano, listos para adquirirla. Muchos habían hipotecado sus bienes, vendido sus coches, sus televisores, sus teléfonos móviles, o habían dejado incluso de comer durante días para poder adquirirla.
Cuando llegaron al lugar del anuncio, quisieron saber el precio. Ese detalle no estaba en la publicidad. Y la respuesta era simple: lo que cada cuál hubiera sido capaz de reunir.
Tras las entregas que hicieron los compradores, se anunció que el dinero se enviaría a los que nunca tuvieron casa donde dormir, coche para transportarse, televisores para mirar, teléfonos móviles para comunicarse... ni siquiera comida para llevarse a la boca.
Solo unos pocos supieron interpretarlo y se fueron de allí siendo felices. Los demás, se sintieron estafados.

Imagen de Clarita

viernes, 10 de junio de 2011

Despistado - Sergio Gaut vel Hartman

[Vampiro.jpg]

El llamador de bronce golpeó con prepotencia. Mary, desaseada y con cara de pocos amigos, caminó hasta la puerta arrastrando las pantuflas y la abrió de un tirón.
—¿Otra vez?
El hombre, pálido como la luna, extendió el brazo y sus uñas, afiladas como navajas, estuvieron a punto de herir la mejilla de la mujer.
—Debo hablar con él —suplicó—. ¡Por favor!
—Todas las noches lo mismo —suspiró Mary—. Ya le dije ayer que Abraham vive del otro lado de la calle, en el 666. —Y le cerró la puerta en la cara.

jueves, 9 de junio de 2011

Deseo frustrado - Sergio Gaut vel Hartman


—Me gustaría ser inmortal —dijo Galo mirándome con esos ojos acuosos, capaces de llorar peces.
—Es un deseo respetable —respondí—, y no sabe lo feliz que me haría complacerlo, pero no depende de mí.
—¿No? —Ah, Galo, tan infantil. A veces pienso que no debería sorprenderme esa ingenuidad que me hace vulnerable sus reclamos.
—Decididamente no.
Se encogió de hombros y me pidió el vaso para volverlo a llenar de coñac.
—Pero vivo en sus textos —dijo al cabo de un largo silencio.
—Nada es para siempre.
—¿Por qué no? —Otra vez esa demoledora inocencia.
—¡Qué idiota! —exclamé, incapaz de reprimirme—. Porque no soy buen escritor; nadie leerá las ficciones en las que usted aparece...
—Nunca se sabe.
—Se sabe. —Y para no correr riesgos, tiré este borrador a la papelera.

El huno - Jorge Dujan




Atardecía sobre el campo sembrado de cadáveres. Un grupo de hombres lo recorría lentamente a caballo.
—¿Cuántos? —preguntó el que claramente era el jefe.
—El enemigo ha perdido unos seis mil hombres, mi señor. Nosotros, apenas cuatro mil —contestó de inmediato el oficial a su derecha.
—Bien.
El jefe se dió vuelta, miró a sus espaldas y frunció el ceño con enojo. Señaló hacia el suelo detrás de su caballo.
—¿Pero qué es lo que veo aquí?
—No se enfade señor. Es sólo que esta semana la Dow Chemical se atrasó con el herbicida...

Buen hijo - Alejandro Bentivoglio



Escuchó los pasos cuando estaba bajando las escaleras. No eran los de él, porque cuando se detuvo, los otros pasos siguieron. Eran rítmicos, en sus espacios en blanco, pero no era posible saber si se trataban de un hombre o una mujer, o de incluso varias personas. Sin embargo, Enrique se inclinaba a creer que se trataba de una mujer.
Se dio vuelta y vio un montón de pies sueltos, sin cuerpos, que se sacudían, impacientes porque él siguiera su camino. Aunque el pánico lo conmovió, fue incapaz de pisarlos y huir. Una de esas extremidades saltarinas le había recordado los severos pies de su madre.

Tomado del blog: http://memoriasdeldakota.blogspot.com/

La última función - Paloma Hidalgo



Era una buena excusa para seguir vivo, le dije que había faltado demasiadas noches a los ensayos, y que aún no me sentía capaz de ser el protagonista. Por eso sigo aquí, eso sí, me hizo firmar un documento en el que me comprometía a volver a casa a dormir todas las noches a hora decente, tenía que cerrar los ojos y descansar-por el momento sólo de forma temporal, hasta alcanzar la capacidad de hacerlo de forma definitiva. Pero mañana cumplo noventa y cinco. Creo que ya va siendo hora de levantar el telón, pero sólo puedo hacerlo ella, la Parca. ¿Y si al ser tan vieja ha empezado con el dichoso Alzheimer? Uff, qué miedo.

El error de Prometeo – René Avilés Fabila


Ahora que el planeta se extingue con rapidez, que la humanidad lo ha destruido, Prometeo observa con aflicción. Ah, si no le hubiera dado el fuego a los hombres, jamás hubieran llegado tan lejos en sus afanes destructivos… Pero de nuevo el castigo de Zeus llega hasta él y espantosos buitres le comen las entrañas. De nada le sirvió la hazaña.

Lago escondido - Fernando Puga


Alicia se asoma a la sala. Silencio en la difusa luz de la mañana. Sola, se acomoda en el sofá frente al retrato. Entorna los ojos, desabrocha los botones de su blusa, suspira. Las manos en los senos sueñan. Ese varón sudoroso, suave en su firmeza, bello, anda entre sus muslos y los dedos desvelan los labios húmedos y siguen hasta el grito jubiloso y extenuante.
—¡Alicia! ¿Dónde está la foto del señor que estaba sobre la cómoda?—. Y este otro grito la levanta de un salto, le alisa el pelo, le abotona la blusa y le esconde el deseo bajo el delantal.

martes, 7 de junio de 2011

Audaz explorador encuentra trágico final – Sergio Gaut vel Hartman


Logró, por fin, meterse dentro de la heladera. Lo primero que constató fue que la luz se apagaba al cerrar la puerta, tal como había sospechado. Pero lo que siguió fue algo inesperado y para nada de su gusto. En la oscuridad, los alimentos que parecen inanimados a la vista de las personas, se precipitaron sobre él y desataron una orgía que incluyó embadurnamientos de mermelada y mayonesa, dentelladas del surubí que por lo visto se había hecho el muerto y alcoholización forzada a cargo de un blanco californiano de cuarenta grados. Lo peor, sin embargo, fue que la puerta no se podía abrir desde adentro, aunque la asfixia llegó antes, misericordiosa, gracias a una naranja que se le metió hasta la garganta.


Sergio Gaut vel Hartman

En la galería – Javier López


A Miguel Ángel Dorelo

—Entonces, ¿qué le parece mi nueva obra? —preguntó el artista, cuyo más reciente óleo era expuesto ese día en una de las salas de la galería, y que trataba de buscar la aprobación de cualquier espectador que pareciera interesado.
—Me gustó mucho —respondió el invitado.
—¿Le gustó? ¿Quiere decir que ya no le gusta?
—No. No quise decir eso… —balbuceó.
—Es que hay que hablar con propiedad. Le pregunté “qué le parece”. Así que usted debió responder “me gusta mucho”.
—¿Con propiedad? ¿Quiere que hable con propiedad? Entonces dejaré de intentar ser cortés, y le diré que su obra “Excrementos en un balneario iluminados por el sol a la caída de la tarde”, me parece una auténtica mierda.


Javier López

Rp/ - Claudia Sánchez


No tenía que afeitarse la cara. Aquel médico ya lo había advertido: su piel era muy delicada. Con cada pasada del filo acerado arrancaría a rebanadas las caricias más suaves, los besos más tiernos y hasta la brisa más fresca que pudiera recibir. No podía soportar eso. De ahora en adelante debería usar la barba de tres días. Y cambiar de sexo en su perfil.

Tomado de: http://sanchezclaudiabe.blogspot.com/

Claudia Sánchez 

Sexo, mentiras y … - Isabel Mª González



Al fin aparece por la puerta exultantemente atractivo. Martina, contrariada, frunce el ceño; no era su impuntualidad lo que le más le molestaba, sino su incapacidad para enfadarse con él. Su excusa, de lo más inverosímil, zumbaba ya lejana en sus oídos mezclándose con los gemidos ambientales de su primer orgasmo: “Francamente, querido, no me importa lo más mínimo”.