martes, 1 de marzo de 2011

Mínimos - Oriana Pickmann


Él se llamaba Expedito. Ella, Benita.
Su relación estaba basada en el cariño. Era casi imposible escuchar una conversación en la que faltaran los diminutivos.
—Cariñito, ¿tienes hambrecita? ¿Quieres que te prepare comidita?
—Uy, vidita mía, me has leído los pensamientos. Traigo un apetito...
Incluso para las cosas más simples, los mimos se transmitían con palabras.
—¿Qué tal te fue en el trabajito, amorcito mío?
—Este jefecito nuevo, va a acabar con todos nosotros. Nos está haciendo la vida a cuadritos.
Con el transcurrir de los años en común, la rutina fue haciendo espacio para el aburrimiento y, este último, para el fastidio.
Después de la última pelea que tuvieron, en la que los insultos y uno que otro plato roto marcaron el final de la relación, ella decidió marcharse.
—¡Maldito! —exclamó, tirando un portazo tras de sí.

4 comentarios:

El Titán dijo...

Por eso odio los mínimos: siempre algo termina mal...prefiero las palabras fuertes y que van al grano...
Muy bueno Oriana...

Florieclipse dijo...

Cosas que pasan. Sólo hay que darle tiempito y todo se va a la mierdita. Muy buen cuentito :)

Javier López dijo...

Me encantó, Oriana. Pero eso lo sabes ya hace tiempo.
Besos!

Oriana P. S. dijo...

Muchísimas gracias, Esteban, Carmen y Javier :)
Hacía tiempo que no escribía y este cuentito, de verdad, me dejó bastante satisfecha.
Y sí, Javier, sé que te gustó ni bien lo viste nacer, lo cual me alegra aún más.
Besos a los tres!