jueves, 30 de septiembre de 2010

A toda marcha - Diego Ariel Vega


El capitán gritó la orden con desesperación y el personal respondió de inmediato a los chillidos de la alarma insistente, ocupando sus puestos con celeridad. La urgencia de la situación requería nervios de acero, y la sensación de vida o muerte se respiraba en el ambiente.
¡A toda marcha! El submarino se vio expulsado raudamente por los motores exigidos a su máximo nivel, al límite de sus posibilidades, sin importar ni rumbo ni dirección. Lo más importante, - lo único importante a esas profundidades, a esas alturas - era salir de ahí, lo más rápido posible y de cualquier forma, para evitar la fatal colisión que se avecinaba.
A pocos kilómetros, completamente ciega de amor, como un Don Juan marino, como un acuático Casanova, una ballena apasionada proseguía su persecución alocada, todavía con esperanzas de atrapar a esa escurridiza belleza que se resistía con firmeza a sus embates seductores.

Tomado del blog: http://divagantedivergente.blogspot.com

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