miércoles, 22 de septiembre de 2010

Muerte de un mundo - Javier Arnau



En el cielo, hay ahora un infinito resplandor; podemos oler el aire quemado y ver y sentir el ozono en llamas; tenues rescoldos de lo que antaño fueron satélites van cayendo hacia nosotros.
Una mano de dimensiones estelares agarra la atmósfera como si de simple papel se tratara, arrancándola del planeta; podemos llegar a ver como la arruga y la deshecha, como una hoja inservible, una nota mal redactada o, tal vez, un capítulo no válido de la novela de las galaxias.
En la noche hay ahora eternas llamas, en realidad poderosos escudos estelares de cientos y cientos de planetas más allá de nuestra galaxia. Pero que ya no alcanzamos a ver por la muerte de nuestro mundo...

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