sábado, 28 de febrero de 2009

Abordaje - Esteban Dublín


ABORDAJE
Esteban Dublín

No crean, para mí tampoco fue fácil. Verla tan hermosa y llorando, como suplicándome un minuto más. Al menos un abrazo más. Se iba a España y sabrá Dios si algún día vuelva. Tal vez nunca la vea de nuevo. Sollozaba, como si no hubiera remedio posible, y, yo, claro, yo que no soy de palo, pues me quebré. Porque tal vez muchos crean que soy un insensible, pero no, soy un hombre de carne y hueso. Nadie sabe lo que sufro yo en momentos como esos. “Siga, señorita”, fue lo último que le dije mientras le devolvía el pasaporte para atender al siguiente pasajero.

Tomado de http://estebandublin.blogspot.com/

Sorpresa - José Luis Zárate


SORPRESA
José Luis Zárate

La máquina del tiempo se podía hacer con elementos caseros, era barata y sencilla. E inútil. El pasado era inamovible. Sólo podía documentarse y nada más. Todo viaje se hacía por nostalgia. De esos tiempos, del ayer personal: infancia, adolescencia, primeros amores. Sobre todo eso: amores perdidos. Una oportunidad de verlos de nuevo, de hablar con ellos antes del fin. Por que el pasado no podía transformarse y los adioses eran para siempre.
Fue una amarga sorpresa abrir la puerta y encontrarse consigo mismo, con ella tomándolo de la mano. Se miraron los tres, sabiendo qué significaba eso.

Complejos - José Luis Vasconcelos


COMPLEJOS
José Luis Vasconcelos

Desde la cúspide, ambos veían con orgullo sus enormes complejos.
—Cómo hemos crecido, dijo él.
—Tú, mucho más, respondió ella.
—Exageras; vamos a la par. Qué te parece un brindis.
—Brindo por ti, Edipo.
—A tu salud, Elektra.

Tomado de http://rojanota.blogspot.com/

No me dijiste... - Newton Stone


NO ME DIJISTE...
Newton Stone

Hoy al cruzar de una torre a otra, vi a dos hermanas caminar sobre la cornisa. Saque mi manual de emergencias y leí lo siguiente: “cruce a la izquierda y siga por el pasillo abovedado”. Instantáneamente, el camino sobre el puente se convirtió en una especie de curvatura difícil de explicar donde se atravesó una mujer de cabello muy negro, no muy hermosa, no tan dulce, que me acompañó hasta el otro lado del camino.
Al llegar, descendí por una escalera de caracol y me encontré con un gran vitral que iluminaba la amplísima estancia. Al fondo, una puerta decorada por mosaicos me indico algo que yo empezaba a sospechar: ¡no estoy en mi colegio!
Camine hasta el fondo, gire la manija y lo único que hice fue enmudecer ante el paisaje…
Verde fosforescente, rocas altas…
Creo que no estoy equivocado al pensarlo…

La señal - Carmen Rosa Signes Urrea


LA SEÑAL
Carmen Rosa Signes Urrea

Rebuscó ansioso entre las cenizas y nada. Cerró la portezuela de la vetusta estufa y regresó con un nuevo cargamento de leña.
La habitación parecía resistirse al efecto calorífico de aquel artilugio, tal vez por que en las ventanas el vidrio inexistente —sustituido por pequeños trozos de hojas de prensa— favorecía la salida del calor.
Con acelerados pasos, en un constante ir y venir, se le veía desde la calle. Nadie se atrevía a decirle nada, todos conocían su alterada mente.
Rebuscando entre las cenizas las señales que, según decía, le hablaban, transcurrían sus días.
Se precipitaron hacia la vivienda. Tarde le bajaron de la cuerda amarrada al cuello que colgaba desde el techo.
Junto a la estufa de leña aún humeante, inusualmente revuelta, el trozo carbonizado de un leño que asemejaba un ataúd.

Campamento - Liliana Savoia


CAMPAMENTO
Liliana Savoia

Acampar había resultado desalentador. El paraje era un desierto, no precisamente de arenas, sino de un desolador cemento. Improvisamos como pudimos un reparo en ese lugar abandonado de Dios y del mundo. Solo las espesas y grises nubes nos acompañaban. Por suerte era evidente, por los restos que encontramos, que algún otro u otros viajeros habían pasado por lo mismo. Utilizamos todo lo encontrado: caños, rayos de bicicletas, baldes, tarros, chatarra. Con ello nos resguardamos de la luna que nos molestaba con su curiosidad. Margarita llevaba consigo, como siempre, nuestras sábanas blancas de hilo, aunque ello no hizo más confortable nuestro descanso, interrumpido por esos estruendos que destrozaron nuestros oídos. Manchas rojas lucen hoy en cada una de las improvisadas camas, Quizás en uno de estos días algún turista desorientado las halle y se pregunte que fue de sus dueños.

jueves, 26 de febrero de 2009

Metempsicosis - Héctor Ranea


METEMPSICOSIS
Héctor Ranea

Cuando comenzó a escribir esos cuentos, en cada oración le aparecía un nombre. Finalmente se enamoró de ella más de lo que las normas del buen escritor recomiendan acerca de relacionarse así con un personaje. Decidió no matarla, como haría un Conan Doyle o un Simenon, sino echarla de sus cuentos, de sus sueños, de sus fracasos. Días después, cuando estaba revisando su correspondencia y navegando por sus páginas favoritas, encontró un cuento escrito por uno de sus amigos, en el que ella gozaba del amor que le daba un escritor más dado a enamorarse y, se podía intuir, se reía de él, tan perdido en su práctica de escritor apenas mediocre. Él la había bautizado Valeria.

Enfermedad de transmisión genial - Sergio Patiño Migoya


ENFERMEDAD DE TRANSMISIÓN GENIAL
Sergio Patiño Migoya

Un genio estornudó una bolsa de monedas infinitas, un reino y la mujer más bella, para el hombre que había frotado la lámpara. Curado de ambiciones, el genio se marchó feliz, no sin antes contagiar la enfermedad al hombre, que fue absorbido por la lámpara. Desde entonces permanece a la espera de que otro desdichado lo libere. Llevará su tiempo porque, tanto o más que hermosa, la mujer resultó inteligente: con la bolsa y una loable habilidad para la intriga, llegó a ser soberana del reino. En el rincón más profundo de Palacio permanece la lámpara, a salvo de manos avariciosas.

Tomado de http://breventosybrevesias.blogspot.com/

Medianoche 3 - José Vicente Ortuño


MEDIANOCHE 3
José Vicente Ortuño

El reloj señaló la medianoche. Fue la señal para que el asesino que habita en esa zona, entre la vigilia y el sueño, en la que la realidad ondula y se retuerce, diese tres golpes en la puerta. Ésta se abrió con un chirrido de bisagras oxidadas. Entró deslizándose en la oscuridad. Olió el miedo de su víctima. Escuchó los latidos apresurados de su corazón y su respiración entrecortada. Sintió el aura espesa de pánico que llenaba la habitación. Avanzó cauteloso, en silencio como una sombra. Desenvainó la hoja. Olió la sangre de pasadas víctimas. Contuvo la respiración para mantener el pulso firme. Escuchó el filo hender el aire. Gorgoteo. Estertor. Éxtasis.

Mutatis mutandi - Diego Muñoz Valenzuela


MUTATIS MUTANDI
Diego Muñoz Valenzuela

La chica se empeñó en cambiar su nariz: quería una más pequeña y respingada. Sus abnegados padres se lo concedieron. Hay que decir que antes ella se había teñido el pelo de rojo e insertado siete piercing en aquellas escasas partes de su cuerpo todavía no cubiertas por un tatuaje. Tras sucesivas pataletas convenció a sus progenitores para realizar nuevos cambios. Se agrandó los senos, aplanó su barriga, estilizó sus piernas y afirmó sus nalgas. Y muchas otras cirugías. Dos años después poco quedaba de ella misma. Sufrió una crisis identitaria que agravó su bulimia y la depresión endógena que la afectaban. Desesperada, se arrojó desde la terraza de un edificio. Nadie reconoció sus restos.

Tomado de http://diegomunozvalenzuela.blogspot.com/

Cuando los dinosaurios poblaban la tierra - Jorge Martín


CUANDO LOS DINOSAURIOS POBLABAN LA TIERRA
Jorge Martín

Éramos nosotros, todavía inocentes, ni enterados que íbamos camino a la extinción. Corríamos detrás del carro de la leche y las tortas negras, azúcar y grasa del tamaño de una pizza chica.
Las arduas negociaciones para conseguir los largos antes que los pelos incipientes de las piernas. Apenas me doy vuelta y ya no hay rastros del gallego Francisco, ni Miguel el hijo del carnicero. Donde estaba mi casa hay un edificio de seis pisos y la calle polvorienta se ha convertido en duro asfalto. Parece ayer que perdí mi caballo atropellado por la camioneta de Daer, sÍ, muy parecido al libro. Solo que yo no supe que algo estaba terminando hasta mucho después que pasó. Esta especie que se adueñó del planeta no se parece a nosotros. ¿Seguro que no hubo una invasión alienígena?

Colores - Javier López


COLORES
Javier López

—Vístete y prepárate para salir.
—Pero papá si todavía queda un rato, ¿no ves lo que está lloviendo?
—Hijo deberías confiar en la experiencia de tu padre —intervino la madre—. Haz lo que te dice.
—Pero mamá, estoy cansado, y también nervioso. Va a ser mi primera aparición en público —protestó de nuevo el jovencito.
—Precisamente por eso, ya deberías estar preparado.

Cuando de repente las nubes parecieron abrirse y asomó un rayo de sol. Aunque seguía lloviendo, ahí debería haber estado el arcoiris.
Muchas personas lo echaron de menos, y se extrañaron del raro fenómeno meteorológico. Para otros, su ausencia pasó desapercibida.
El joven arcoiris se llevó una buena reprimenda de sus padres, por no haber hecho su trabajo a su debido tiempo, tal como le habían advertido.
Y todos los que no lo vieron, recordaran aquel día por su inexplicable ausencia.

Tomado de http://www.meriendaenelparque.blogspot.com/

Sino - Sergio Gaut vel Hartman


SINO
Sergio Gaut vel Hartman

Acababa de regresar de una fiesta y estaba bastante borracho. Pero necesitaba escribir un cuento breve para el concurso y enviarlo antes de las ocho de la mañana. Tomó una novela al azar y copió un párrafo. La ventana se abrió; en ella apareció un hombre apoyándose esforzadamente en el vano. Temblaba y se sacudía, dando la sensación de que se hallaba enfermo. Casi de inmediato, produjo un ruido insólito al raspar la lengua contra los labios y la palabra “sino” surgió de su boca. Pareció forcejear con un fantasma y trató de inhalar pero cayó hacia atrás y se precipitó al vacío. El escritor se levantó de un salto y miró por la ventana; en la calle, siete pisos más abajo, su cuerpo se desangraba, reventado contra el pavimento. ¡Qué pena!, murmuró. Aunque gane el concurso no podré disfrutar del dinero del premio.

Vulcana - Lilian Elphick


VULCANA
Lilian Elphick

La pistola Zeus tiene una empuñadura labrada y disparador suave, especial para principiantes; el rifle Minerva, calibre 308 con visor Circe, es para expertos. Este lanzamisil Ítaca es portátil, y la escopeta lanzagranadas sin retroceso Medusa 79 es un arma antiemboscadas. La metralleta NN-47 era de un presidente. No se vende. Cascos antidisturbios y grilletes para rótulas, pulgares y cuello, están en oferta: lleva tres, paga dos. Lo mismo para el gas de mostaza y el aerosol de pimienta. ¿Machetes? Varios. ¿Quiere verlos? También hay cuchillos cortahueso, desolladores, y mi creación más nueva: el hacha Troya, con mango odiseo. Una obra de arte. Es cara, eso sí.
Lo veo confundido; piense qué es lo que quiere comprar y para qué. Mañana vuelve. Cuál es el apuro. Tome: una bala expansiva. Gentileza de la casa.

Tomado de http://lilielphick.blogspot.com/

martes, 24 de febrero de 2009

El óbolo - Jacinto Deleble Garea


EL ÓBOLO
Jacinto Deleble Garea

—No es con monedas que pagarás el viaje.
—Pero tenía entendido que…
—Sandeces de rapsodas borrachos. ¡Qué sabrán ellos! ¿Conservas la llave? —El soldado le miró perplejo—. La llave que cerró tu alma.
—¿Te refieres a… esto? —Sostenía en alto su amuleto, el casquillo de la primera bala que disparó.
—Sube.

La sombría multitud comenzó a registrar sus vestiduras.
Por las callosas manos de Caronte fueron pasando abalorios de todas clases: anillos, talonarios, diversas prendas de ropa, martillos de juez, plumas, escalpelos, viejas fotos… e incluso alguna moneda.
—Yo no traje nada —dijo un hombre elegante de cara de hurón.
La incandescente mirada del anciano le acuchilló hasta lo más hondo.
—Hiciste carrera política. —No era una pregunta.
—Sí, yo…
—Promete que me pagarás.
—¡Juro que lo haré! —mintió.
—Sube.

Ramera del sol - Luis Tomás Cucuzza


RAMERA DEL SOL
Luis Tomás Cucuzza

Justo en el momento bestial, en ese punto límite y fatal, la huella me abandona y decide ser su propio camino; segura de sí misma detesta las sendas mal trazadas que otros rumbearon a la deriva: aborrece de los llanos desvirgados; peor aún: mi sombra —eterna fámula hasta hoy, falsa y servil— prefiere el horizonte incierto y sigue incondicional a esa huella traidora: me abandona sin mirar atrás: ramera del sol. Un eje partido, una esperanza desvanecida: aún de pie e inmóvil, me condeno porque estoy convencido de que pereceré cuando agonice el crepúsculo; perdido, abandonado sin mi sombra y sin mi huella: putas de otra vida.

Apuestas con mi mujer - Jordi Cebrián


APUESTAS CON MI MUJER
Jordi Cebrián

Aposté con mi mujer a que era capaz de escribir veinte cuentos de cien palabras en tres horas. La cosa parecía una insensatez, pues el simple hecho de contar cuantas palabras hay en un cuento, y hacerlas cuadrar, ya supone un buen rato. Además, hay que contar con que todo funcione, que el ordenador no se estropee, ni que uno se distraiga: todo ese porno colgado de Intenet que no se baja sólo, esos correos cadena a los que hay que contestar para evitar males terribles. Pero la cuestión es que, a lo tonto a lo tonto, ya tengo uno.

Tomado de http://cienpalabras.blogspot.com/

Melodía encadenada - Jorge X. Antares


MELODÍA ENCADENADA
Jorge X. Antares

La canción de éxito se difundió por la Red como la pólvora. Ladinamente, la discográfica había metido en ella un mensaje subliminal suicida para librarse de los piratas. Un escarmiento estéril que terminó por destruir toda la industria de la música y, de paso, medio planeta.

Metamorfosis doméstica III - Mónica Angelino


METAMORFOSIS DOMÉSTICA III
Mónica Angelino

Mi perro juega con un ovillo de hilo. Mi gato gruñe mientras mordisquea un hueso. Lo extraño, realmente, es que la carnívora mariposa disecada que tengo en casa, a empezado a comerse mis plantas y ella sabe ¡como quiero a mis plantas! Lo más raro, es que mi canario, en un ataque de bondad me ha reprochado, mientras masticaba una zanahoria, que yo estuviera comiéndome todo el alpiste de las cucarachas.

Trucos - Ricardo Acevedo Esplugas


TRUCOS
Ricardo Acevedo Esplugas

El hechicero chasqueó los dedos; un viento suave sacudió la pradera, las plantas nacieron instantáneamente, una nube de mariposas se transformó en soberbio castillo blanco...
—¡Corten!
El hombre del megáfono se acercó al set mientras conversaba con un técnico.
—Esos efectos especiales te quedaron magníficos. —Saludó con gesto de aprobación al actor y se retiraron a un camerino.
En la soledad de la pradera el hechicero se entretiene apagando las estrellas.

domingo, 22 de febrero de 2009

Medianoche 2 - José Vicente Ortuño


MEDIANOCHE 2
José Vicente Ortuño

El reloj señaló la medianoche. El lector se encontraba en esa zona, entre la vigilia y el sueño, en la que la realidad ondula y se retuerce. “Tres golpes estremecieron la puerta”, leyó en el libro. Un escalofrío recorrió su espalda. “Una corriente de aire gélido apagó la vela”, continuaba el texto. “Viento agitando los árboles. Crujido de tablas. Una respiración a su espalda”, siguió leyendo. De pronto se apagó la luz. Retuvo la respiración, escuchando los sonidos de la noche. Una alarma lejana. El camión de la basura. Un ciclomotor con el escape libre. El deslizar de una hoja afilada en su yugular. La sangre saliendo a borbotones con cada latido de su corazón… Lástima, no podré terminar el libro, pensó.

Do de pecho - José Luis Vasconcelos


DO DE PECHO
José Luis Vasconcelos

El tenor selló su actuación con un impresionante Do de pecho. Apenas entró al camerino, extrajo de su boca un enorme sapo y lo puso sobre el tocador. El batracio saltó hacia el interior del espejo y, al instante, se convirtió en un apuesto príncipe.
La mujer arrojó a un lado el disfraz de cantante obeso y, muy feliz, fue a reunirse con su amado.

Tomado de http://rojanota.blogspot.com/

Ying Yang - Javier O. Trejo


YING YANG
Javier O. Trejo

Prosa limpia y concisa, una historia con gracia y entretenida. Personajes que se pueden creer y querer y odiar. Agudeza e ingenio. Belleza suficiente y un toque de exotismo. Soltura en los diálogos y destreza en el argumento. Enroques pocos, elocuencia y cierto desparpajo. Agilidad en la trama y en los diálogos, presencia y cuidado.
Ponga de esto.
Maledicencia súbita. Diálogos barrocos. Personajes chabacanos y soberbios. Prosa recargada y altanera con retruécanos innecesarios. Abuso de los largamente cuestionados adjetivos. Petulancia y ese tufo que detenta la pobreza narrativa. Campos en flor, corazones valientes, amores puros, amistades eternas, familias perfectas, nobles caballeros y oscuros dragones en dosis suficiente. Imposturas varias.
Saque de esto.
Vaya y pruebe, a ver cómo le va. Es fácil, le cedo la receta.

Insepulto - Angela Schnoor


INSEPULTO
Angela Schnoor

No tenía conciencia de ello, pero estaba muerto. El cuello apretado, los zapatos duros y el eterno paletó oscuro traducían la prisión en la que vivía. En su realidad no había espacio para alegría, color o movimiento. Una noche soñó que algo lo elevaba salvándolo del túmulo donde se había confinado. Dormía relajado como nunca, apoyado en ramas delicadas, aparentemente tan frágiles y débiles como, imaginaba, todos aquellos que soñaban y buscaban las alturas.

Título original: Insepulto
Traducción del portugués: GvH

Fragmento - Liliana Savoia


FRAGMENTO
Liliana Savoia


Hace frío - Laura Ramírez Vides


Dicen que hace frío… pero yo no lo siento.
Estamos en una iglesia. El perfume de las flores se confunde con el incienso. A lo lejos, los chicos juegan y ríen; despacito, como pidiendo permiso. Cerca, un bebé llora. Vinieron todos. No falta nadie. Siempre me gustó el aroma a incienso y la paz de los lugares sagrados. El órgano empieza a sonar y la música los envuelve, los transporta. Con las primeras palabras del cura estallan algunos sollozos. ¡Es tan raro!
Dicen que estoy muerta…

Laura Ramírez Vides

Dádivas - Sergio Patiño Migoya


DÁDIVAS
Sergio Patiño Migoya

Lorenzo es cincuentón y ciego. Doña Emilia lleva mucho más larga la vida para compensar su diminuto cuerpo. Día tras día, acuden a su cita en el paso de peatones de la calle México. Se paran cada uno en una acera y aguardan. La espera se puede hacer algo larga pero, tarde o temprano, aparece alguien que se ofrece para ayudarlos. Si uno atraviesa la calle, el otro también lo hace y, al cruzarse, golpean con disimulo plástico contra madera, como un secreto rito de bastones. Y vuelta a esperar. Así pasan las tardes.
Hay quien alguna vez se ha fijado y les ha preguntado. Los dos contestan entonces la misma cosa:
—Se les nota tan felices al despedirse…
Hace tiempo que olvidaron quién tomó el hábito de quién y nunca se han dirigido la palabra.

Tomado de http://breventosybrevesias.blogspot.com/

Estar enfocado - Jorge Oropeza


ESTAR ENFOCADO
Jorge Oropeza

Escribía Guadalupe Loaeza que uno se vuelve más sensible al tiempo conforme se envejece, y cada vez es más difícil esperar, cada vez parece que el tiempo corre más de prisa, cada vez es menor nuestra paciencia… Esa urgencia del tiempo creo que es muy clara en cualquiera que tenga un objetivo, o un plazo límite. A medida que se envejece, el plazo límite se ve más cercano. Pero si se piensa un poco, siempre ha estado ahí. Solo que hacemos todo lo posible por no pensar en él. De tenerlo presente, muchas cosas en nuestra vida cambiarían. Lo más importante sería entonces la conciencia de hacer una cosa, la elección consciente, y no simplemente flotar en el río de lo cotidiano. Esta consciencia de cada momento, de la importancia de cada instante rumbo a donde queremos ir, es el secreto de estar enfocado.

Tomado de http://www.elvacioquevincula.blogspot.com/

Sobre el autor: Jorge Oropeza

Necrofilia 1 - Diego Muñoz Valenzuela


NECROFILIA 1
Diego Muñoz Valenzuela

La doctora se acercó libidinosa a la mesa de disecciones del Instituto Anatómico Forense. Voluptuosamente se desprendió de su delantal y quedó desnuda, hermosa y palpitante frente al cuerpo que descansaba sobre la mesa, cubierto con una sábana amarillenta. Verificó la etiqueta que colgaba de una de las manos exánimes y asintió satisfecha. Arrancó la manta y descubrió el cuerpo también desnudo del cadáver, provisto de un enorme sexo erecto. Lo bañó con vaselina y saltó sobre él con salvajismo. El olor a formol la excitaba cada vez más. Gemía como un animal embravecido. Junto con el feroz orgasmo, él regresó a la vida y clavó sus colmillos en la yugular de la legista. Y murieron y vivieron felices para siempre.

Tomado de http://diegomunozvalenzuela.blogspot.com/

Las profecías de Nostradamus 2 - Jorge Martín


LAS PROFECÍAS DE NOSTRADAMUS 2
Jorge Martín

Veo una enorme bola de luz ardiendo mientras cruza en el cielo nocturno. Se estrella lejos y el resplandor llega después que un viento feroz desgaja los árboles y aniquila con fuego. Enormes animales de aspecto terrible caen bajo el golpe mortal del puño del cielo. Frondosos bosques y extensas selvas desbordan de vivientes pero no encuentro hombres en mi sueño profético. Nunca había contemplado estos seres terribles y extraordinarios. Yacieron sepultados bajo las cenizas en pocos instantes. Ahogado en tinieblas, un páramo árido y estéril y un cielo de tormentas heredó la noche eterna. Tan intensa era la oscuridad que no podía ver mis palmas, la atmósfera, pesada, lastimaba en el pecho. Desperté agitado, tratando de respirar el aire limpio. ¡Qué presagio sediento de miedo! Terrible época será aquella en la que vivan cuando caiga del cielo este tormento.

viernes, 20 de febrero de 2009

Y será todo un hombre... - Carina Maguregui


Y SERÁ TODO UN HOMBRE...
Carina Maguregui

Los ojos enfurecidos de Bruno, su agotador ir y venir, sus movimientos perpetuos, su mirada de fuego. ¿Qué me guardan esas pequeñas pupilas rojas? ¿Resentimiento, miedo? Soñé alguna vez una familia como contracara del abandono, la calle, los cuerpos mortuorios, el vacío. Pero creí que una familia jamás me sería dada y menos un hijo. Luego nació Bruno. Hoy me pregunto ¿realmente tengo una familia y un hijo? Cualquiera sea la respuesta, debo protegerlo aunque me odie.

El príncipe y su bur... caballo - Sara López


EL PRÍNCIPE Y SU BUR... CABALLO
Sara López

Y el príncipe, tras cien años esperando, apareció montado en un precioso burro para rescatar a su amada del sueño eterno en el que….
—¡Tú si que eres burro! El príncipe tiene que ir montado a caballo, no en un burro…
—Bueno, ¿y qué más da? ¿Cien años esperándolo y lo criticas por venir montado en un burro? Como te oiga es capaz de dar media vuelta…
—Es cierto. Pero escribe que venía montado a caballo. Si la princesa se entera, la tenemos durmiendo cien años más…

Eunucomoninguno - Wilson Gorj


EUNUCOMONINGUNO
Wilson Gorj

Cuarenta mujeres. Algunas sensualmente vestidas, otras completamente desnudas. Relajadas, conversaban, se bañaban, se maquillaban, se perfumaban, mientras él, el único hombre presente, las observaba con melancolía. En aquel harén, se sentía como lobo en medio a un rebaño de ovejas. Un lobo desdentado, en verdad. Él tampoco podía comerlas.

Título original: Eunucomoninguém
Traducción del portugués: GvH

Cartel - Sergio Gaut vel Hartman


Tendría ocho o nueve años, y una mirada vivaz, pero por lo visto eso no alcanza.
—¿Qué dice ahí? —preguntó señalando el cartel pegado en la columna.
—¿No sabés leer?
—¿Qué dice?
—Dice: “los chicos tienen que ir a la escuela” —respondí haciendo flamear mi estupidez.
—No, no dice eso. —Hizo una mueca salvaje y me dio la espalda. Entonces leí las seis palabras.
—“El capitalismo asesina a los chicos”. —Se detuvo y volvió a mirarme.
—¿Los platudos?
—Sí, más o menos.
—¿Y usted?
—No, yo no. Pero tampoco valgo gran cosa; hablo mucho y hago poco.
El chico vaciló un par de segundos, pero tenía la respuesta lista antes de que yo abriera de nuevo la boca.
—Venga a cartonear conmigo, y mientras nos ganamos el mango me enseña, ¿sí?

Reflex - Lilian Elphick


REFLEX
Lilian Elphick

Miro la luz en tu cara fragmentada, la división inútil de la escritura que corta el beso, devorando filos, incisiones, suturas. Te acerco hacia mí. Ahí estás: en blanco y negro, tijereteado, armado y desarmado, amplificado hasta la cuadrícula, reducido por obra y magia de mi deseo.
Tú miras por la ventana o estás sentado frente al escritorio; a veces lees el diario. Ayer descubrí que tu pelo siempre está mojado, como si acabaras de salir de la ducha. Y que tus ojos cambian de color cuando la sonrisa quiere venir y se detiene en mi pecho.
Acerco mis labios y busco tu boca de papel. Hundo mi lengua hasta que crujes. Te chupo, te muerdo, te destruyo con los dientes, te aprieto entre mis manos y luego te libero. Estás en el suelo, y yo jadeo con la cara sucia. El sabor a tinta es delicioso.

Tomado de http://lilielphick.blogspot.com/

Dilatado - Luis Tomás Cucuzza


DILATADO
Luis Tomás Cucuzza

Pesada, acalorada, insoportable desde muy temprano. Eso que carga en su vientre es mucho más de lo que puede soportar y lo sabe. Necesita comer algo dulce y no se sacia. Le falta el aire: pero ¿hasta el aire es de él? Las contracciones son cada vez más continuas. Trabajo de parto. Piensa que está bien; que sea lo que sea, aunque no sabe si lo soportará. Puja y empuja con todas sus fuerzas: quiere más que todos sacarse ese peso de encima; María se abre de piernas y de pronto las cierra, arrepentida: “no es lo que parece: soy virgen”. Ya es demasiado tarde.

Una de perros - Héctor Chavarría


UNA DE PERROS
Héctor Chavarría

Desde chilpayatli soñó con tener barbas, para parecerse a don Hernán en vez de a Juan Diego, porque il pobri, era más indioqu`il neutli. Aunque tuviera nombre de arcángel.
Al llegar a la adolescencia, una noche de luna llena y en la borrachera del cóctel de hormonas, descubrió con felicidad su incipiente licantropía.
¡Al fin tendría pelos! ¡Sería hirsuto de cuerpo completo! ¡Qué maravilla! Pobre…
Olvidó que sus raíces caninas ya no estaban emparentadas con el loberro mesoamericanus y menos con el canis lupus, ni siquiera con el canis familiaris o el pupis vulgaris, sino que al paso del tiempo había devenido en xoloitzcuintle o sea…
Resultó ser un licántropus Salinus: sin pelo.
Y, al dejarse crecer el que tenía, con un notable parecido a Rigo Tovar…

Cuentos herméticos - Jordi Cebrián


CUENTOS HERMÉTICOS
Jordi Cebrián

No todas las palabras quieren ser entendidas, hay frases también que se esconden de si mismas, que se camuflan para trastocar sus significados, y aun éstos giran y se transmutan. Hay cuentos herméticos, palabras que contienen más de lo que dicen, que esconden algo, o eso aparentan. Los hombres han guardado siempre en lugares especiales estos textos. Los han guardado, los han estudiado, los han interpretado. Y cuando las murallas caen, y siempre acaban cayendo, las palabras herméticas estallan, y resultan ser un cuervo, o una espada, o la profecía que cuenta como llegará de nuevo la libertad al reino.

Tomado de http://cienpalabras.blogspot.com/

Soy forastero - Alejandro Bentivoglio


SOY FORASTERO
Alejandro Bentivoglio

Llevo un mapa en mis manos, buscando la pequeña cruz resplandeciente, el punto justo donde hallar el tesoro. Camino por pueblos y ciudades abandonados. Me encuentro con desconocidos que me dan indicaciones confusas y me hablan de autobuses que tal vez no pasen nunca por ese u otro lugar.
A veces me siento en las plazas y miro con estúpida nostalgia los grupos de palomas, algún niño sonriendo con aire ausente.

Como el agua entre los dedos - Jorge X. Antares


COMO EL AGUA ENTRE LOS DEDOS
Jorge X. Antares

El monstruo de Frankenstein se lanzó en medio del océano esperando morir. Sus ojos se abrieron sorprendidos al ver a la otra criatura casi igual a él, pero en femenino, acercándose en la barca. El último regalo de Víctor. Intentó llamar la atención de ella, pero sus miembros estaban tan entumecidos por el frío glaciar que la acompañó hasta perderse en las profundidades.

Metamorfosis doméstica II - Mónica Angelino


METAMORFOSIS DOMÉSTICA II
Mónica Angelino

No me gustan los fideos, de ninguna manera, ni con queso. No tolero, por cortesía, tener que comerlos. Me puedo tragar, eso sí, cualquier bicho, chuparle hasta el último huesito. No me llevo bien con los parientes. En mi casa ¡mando yo! No me agrada compartir, con nadie, mi tela de araña.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Medianoche 1 - José Vicente Ortuño


MEDIANOCHE 1
José Vicente Ortuño

El reloj señaló la medianoche. El escritor se encontraba en esa zona, entre la vigilia y el sueño, en la que la realidad ondula y se retuerce. Tres golpes estremecieron la puerta. El chirrido de unas bisagras oxidadas precedió a una corriente de aire gélido. La vela que iluminaba el escritorio se apagó. A pesar de la oscuridad, gracias a la costumbre, dejó la pluma en el tintero sin vacilar. Escuchó los sonidos de la noche: El follaje de los árboles agitado por el viento. El crujir de las tablas del suelo. Una respiración pesada a su espalda. El suave deslizar de un cuchillo afilado por su yugular. La sangre saliendo a borbotones con cada latido de su corazón… ¡Qué buena historia, pensó, si todavía pudiese escribirla!

El toro y la cuchara - José Luis Vasconcelos


EL TORO Y LA CUCHARA
José Luis Vasconcelos

Dormía sobre la pesadilla de mi ventana cuando un ruido me despertó. Dirigí la mirada hacia la cocina; sobre la mesa un huevo había estallado y derramaba astados. Seis reses murieron por el impacto y el resto roncaba flautas. Uno de los toros se sentó a llorar sobre el borde de la cuchara y fue embestido por una gallina. Mientras que el que corneó al enano, se esfumó.
No quise seguir viendo porque un fuego interno me congelaba por dentro, de mis fosas nasales brotó humo blanco.
Mis ojos se llenaron de islas y un rebaño de monjas escurrió por mi mejilla.

Una moda de peso - Angela Schnoor


UNA MODA DE PESO
Angela Schnoor

Desde que la madre lo había abandonado dejándolo con el padre para seguir a un amante, alimentó un odio creciente hacia las mujeres. Sin embargo, su aspecto de niño perdido las atraía y, acorralado por ellas durante toda la vida, acabó por dedicarse a actividades femeninas. Se hizo figurinista y más tarde abrió un atelier donde, feliz, descargaba sus deseos de venganza. Lanzaba modas que afeaban a las mujeres y les robaba el atractivo. Se hizo rico y famoso, tuvo éxitos de ventas y alcanzó popularidad: casi todas, principalmente las feas, se identificaban con sus creaciones.

Título original: Uma moda de peso
Traducción del portugués: GvH

Eficacia constructiva - Liliana Savoia


EFICACIA CONSTRUCTIVA
Liliana Savoia

El proyecto había sido tomado con entusiasmo. El arquitecto estaba complacido y prometió llevarlo a cabo con rapidez.
No resultaría costoso dado el ingenio de la propuesta. Lamentablemente resultaba un poco inseguro por las noches, sin contar con las inclemencias del tiempo y los cambios de estaciones. Aún así se construyó con premura y eficacia. El frente dentro y las demás dependencias fuera. El techo era lo más original. Un manto de estrellas.

Por la boca muere el pez - Sergio Patiño Migoya


POR LA BOCA MUERE EL PEZ
Sergio Patiño Migoya

La fiesta de despedida del XIV Congreso Mundial de Divinidades estaba en su apogeo. Mayahuel ofrecía el pulque que manaba en catarata de sus cuatrocientos pechos a todo aquel que quisiese arrimar la boca. Jesús y Dioniso mantenían inagotables las reservas de vino mientras Osiris hacía otro tanto con la cerveza. Ménades y bacantes se mezclaban con los Centzon Totchtli y algún que otro ángel borrachín en una apoteosis de alcohol y sexo.
Alá contemplaba el espectáculo sentado en un rincón. De vez en cuando, lanzaba una mirada de súplica a su profético ayudante.
—¡Ah! —se encogía entonces de hombros Mahoma—, pues no haberlo dicho.

Tomado de http://breventosybrevesias.blogspot.com/

Furia - Jorge Oropeza




A pesar de la embriaguez, el anciano volvió a sentir la rabia que le acompañó cuando propinó las muertes más atroces: veneno, mutilación, estrangulamiento. No podía recordar ya cuántos gatos habían muerto en sus manos por aquella ira que le provocaban tales animales. Pero de una cosa sí que estaba seguro: esa misma furia podía verla ahora en los ojos del gato que, lentamente, le hundía sus filosos dientes en la garganta.

Tomado de http://www.elvacioquevincula.blogspot.com/

Sobre el autor: Jorge Oropeza

El perdón - Ana Silvia Mazía


EL PERDÓN
Ana Silvia Mazía

Homenaje inconsciente al añorado maestro Isidoro Blaisten

—Perdón, ¿es aquí donde perdonan?
—Sí. ¿Qué deseaba?
—Perdón.
—¿Cuánto? ¿De qué calidad?
—Yyyyy... no sé. Usted., ¿qué me recomienda?
—Depende. ¿Qué tiene que hacerse perdonar? Uno, muchos, grave, light...
—Bueno, le diré... No sé si es para perdonar.
—¿Tan grave fue?
Risas.
—¡No, al contrario! Le dije la verdad a alguien, y... enloqueció. Y eso me mortifica mucho. —Pausa—. Por eso quiero pedir perdón. —Pausa, suspiro—. Uno... no sé cómo, pero muy sentido, muy sincero.
—¡Ah, ya sé! —dijo el que despachaba perdones—. Aquí tiene.
Le entregó una cajita cuadrada, envuelta en papel dorado, y con un moño rojo.
Lo recibió. Sonrió. Pagó, agradeció, y...
Se fue, feliz, con su perdón.

Libre deuda - Jorge Martín


LIBRE DEUDA
Jorge Martín

Se había matado varias veces, de los modos más diversos, pero una y otra vez había despertado en la cama. Su drama siempre había sido la vida, ahora era que no podía morir. Consultó al médium del barrio, porque no era adherente de ninguna religión especifica.
—Supongo que tengo alguna deuda, no terminé bien algunas relaciones, no me reconcilie con mis padres, veo poco a mis hijos —le informó al vidente.
—No, al parecer nada de eso pesó a la hora de que lo devolvieran del más allá.
—No sé qué tengo que hacer para que me den el pase. ¿Tengo que ayudar a alguien?
—Lo que pase del otro lado no el asunto. Usted debe patentes desde hace tres años y hasta que no pague no puede irse de este mundo. Este gobierno es muy estricto. Son trescientos pesos.
—¿Las patentes?
—No, la consulta.

lunes, 16 de febrero de 2009

Que no te chamuyen, quimono - Carina Maguregui


QUE NO TE CHAMUYEN, QUIMONO
Carina Maguregui

Cuando escribía lo hacía casi en trance, como si toda yo fuera un espacio atractor de voces que llegaran a mí para atravesarme con el único propósito de ser registradas. En esos momentos mi cuerpo-mueble era sacudido por las vibraciones de un temblor que, supongo, tendría sus orígenes en el inconsciente, aquel fluido progenitor de esas otras palabras.
Pretendía huir de la oralidad de la vida a la que encontraba tremendamente banal. Me aburrían las conversaciones porque —salvo casos excepcionales— eran montones de palabras mal apiladas que no decían nada o se enredaban de tal modo hasta transformarse en trampas.
Desconfiaba de las palabras dichas al aire porque no quedaban pruebas de su decir, se diluían en el oxígeno y se perdían como si nunca hubieran sido pronunciadas.